www.cubaencuentro.com Martes, 07 de octubre de 2003

 
  Parte 1/2
 
McCastrismo
Stone, Chomsky, Campbell… ¿Se hubiera atrevido McCarthy a acusar a bibliotecarios independientes de ser 'agentes del enemigo'?
por NéSTOR DíAZ DE VILLEGAS, Los Ángeles
 

Es cierto, Cuba no necesita otra invasión americana. Pero, ¿está preparada para la invasión que entra por la puerta del fondo? Si los colonizadores se visten de bibliotecarios y de pastores por la paz, ¿se sentirá penetrada? ¿Concebiría, acaso, que los invasores lleguen como párrocos y hombres de letras? ¿No había pasado ya la época del imperialismo ilustrado y renacentista? Y, ¿no estará esperando Cuba a los marines, mientras que son los intelectuales y los profesores de la academia quienes la sodomizan en silencio?

O. Stone y F. Castro
Stone y Castro. Filmación del documental 'Comandante'.

Un amigo, Rafael López-Ramos, de Vancouver, me hizo llegar la resolución sobre las bibliotecas independientes cubanas aprobada por los bibliotecarios canadienses —y su carta abierta, donde rechaza la argumentación de los malvados libreros—. Ambas están a la disposición de los lectores de Encuentro, en la página electrónica http://www.libr.org/Juice/issues/vol6/LJ_6.14.html#7. Cada cual podrá formarse la opinión que le merezca el ripio, que López-Ramos impugna tan acertadamente. Por mi parte, me limito a reformular la opinión que me había formado ya sobre los intelectuales de izquierda en lo tocante a las dictaduras del mismo signo.

En esa cuerda, sería bueno repetir que no hay nada más erróneo que tratar al intelectual como si fuera inocente. Por el contrario, las invasiones americanas a nuestra isla han comenzado siempre como invasiones críticas, como intromisiones culturales. Baste recordar el papel que jugaron en la caída de Machado dos escritores americanos "comprometidos", Carleton Beals y Clifford Odets, secundados por el fotógrafo Walker Evans. No hubo invasión entonces, sólo una "penetración imaginaria". Sin embargo, la imagen distorsionada de Cuba que manejó la opinión pública americana de la época lleva la marca inconfundible de esos tres artistas.

Igual responsabilidad tiene William Randolph Hearst en la guerra hispano-cubana-norteamericana, y Herbert Matthews en el desastre del 59. El imaginario de Cuba que inventaron esos manipuladores de opinión facilitó la intervención, la hizo posible. Y justificó, con las trilladas apelaciones del humanismo folletinesco, la dinámica imperialista de la gran potencia. En cada ocasión hubiese sido mejor que nos dejaran quietos.

Imaginar al país que se pretende penetrar es un primer paso. Es en esa etapa cuando se requieren los buenos oficios del intelectual. El escritor "comprometido" se presta a todo: si tiene que pintar con los colores más siniestros los errores de un gobierno criollo lo hará gustoso, y cargará la mano. Se cree agente de la misericordia divina, un iluminado del humanismo. No hay nada más repugnante que leer a Beals —o a Sartre, treinta años más tarde— de visita en Cuba. O, más recientemente, escuchar a Oliver Stone, entrevistado por una argentina fidelista, pintando a nuestra república como un bayú flotante administrado por Meyer Lansky. Ya en Los Ángeles comenzaron las vigilias para salvar a la revolución chavista, "de los cuarenta años de oprobio, analfabetismo y dictadura fascista, erradicados por el pueblo venezolano, que la burguesía blanca desea ver retornar". Cito de un volante que recogí en la Cinematheque de Pasadena.

Es decir, inventan al país que quieren liberar. Y mientras más lleno de gángsteres y de prostitutas, mientras más lleno de analfabetos y de oligarcas, mejor. Los intelectuales progresistas no saben que esa imagen americanizante y vodevilesca lleva implícita la idea de la intervención imperialista. A Abraham Lincoln lo acusaron de "dictador". ¿Quién vino a salvar a los yankis de semejante sátrapa? Nadie. Continuaron su historia hasta que llegaron a donde querían o podían. Nosotros no tuvimos tanta suerte. A nosotros nos intervinieron —en el sentido artístico de ese término, y no en el militar— los artistas. Los instintos agresivos de una nación poderosa guardan proporción directa con la capacidad de sus literatos para darle forma al territorio bárbaro de los vecinos. Los artistas son la avant-garde del imperialismo.

1. Inicio
2. Una vez ideada...
   
 
EnviarImprimir
 
 
En Esta Sección
Lo que le faltó a Carpentier
GILBERTO CALDERóN ROMO, México D.F.
La capital antiembargo
ALEJANDRO ARMENGOL, Miami
¿Leña al fuego?
RAúL RODRíGUEZ, San José
Editoriales
Sociedad
Cultura
Internacional
Deporte
Opinión
Desde
Entrevista
Buscador
Cartas
Convocatorias
Humor
Enlaces
Prensa
Documentos De Consulta
Ediciones
 
Nosotros Contacto Derechos Subir