Los cubanos que luchan por la implantación de un sistema democrático en la Isla, no pueden rechazar a ningún interlocutor que pueda conducir al objetivo de la manera más rápida y efectiva posible. Las dificultades derivadas de las convicciones políticas de "izquierda o derecha" de las personalidades objetivos de nuestros esfuerzos, deben ser pasadas por alto, cuando es el futuro lo que está en juego.
Es el caso del presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva con su programada visita a La Habana esta semana, y las posibilidades de que se convierta en un factor positivo que pudiera terminar con el levantamiento del bloqueo interno a que el pueblo cubano ha estado sometido estos años. Como se sabe, el presidente Lula da Silva es fundador del partido de izquierda más grande de América Latina, el Partido de los Trabajadores (PT), que llegó a la presidencia de Brasil por el voto popular en una coalición de centro izquierda.
Sobre la posibilidad de Lula mediar en el problema cubano, ha habido conjeturas y hasta expresiones que la consideran un error estratégico; sin embargo, hay poderosas razones que impulsan a promover esa gestión, en la seguridad de que existen más puntos positivos que negativos en tal objetivo.
En primer lugar, hay que decir que es verdad que otros jefes de Estado —antes que Lula— han tratado de abordar el tema de la apertura política con Castro, y fueron recibidos "con la sonrisa de La Gioconda y la paciencia de Job", según ha expresado el propio dictador. Sin embargo, Lula es el líder de izquierda más reconocido en América Latina, es amigo personal del gobernante cubano y una conversación sobre este aspecto —si bien pudiera no ser recibida de buena gana por Castro—, al menos no debería dejar dudas en él sobre las buenas intenciones del interlocutor, como probado hombre de izquierda, líder político y sindical.
En segundo lugar, y como probable motor del intento democratizador, está el hecho de que Lula y Castro han comenzado a distanciarse ideológicamente desde hace algunos años. Cuando el PT creó el Foro Social Mundial —o Foro de Porto Alegre— en 2001, el gobernante cubano acarició la idea de someterlo a su control, a partir del triunfo resonante que él mismo tuvo desde sus inicios. El PT rechazó semejante pretensión, al impedir que Castro participase de la segunda versión del mismo, en 2002, tras argumentar que el Foro era "no gubernamental" y que ningún jefe de Estado sería invitado. El año siguiente no se cumplió esa disposición, y Lula, ya presidente, asistió como convidado de honor. Ese aspecto constituyó un duro golpe para la hegemonía castrista en América Latina.
En el campo ideológico, las principales diferencias entre ambos líderes de izquierda han sido ahondadas a partir de lo sucedido en los Foros Sociales, y actualmente existe un marco entre ellos, totalmente diferente al existente algunos años atrás: Lula apoya y acepta la discusión del ALCA, Castro la rechaza; Lula apoya la lucha democrática como forma de llegar al poder y Castro continúa apoyando —aunque discretamente— la solución armada a través de la lucha guerrillera, al estilo colombiano; Lula es un demócrata activo, mientras Castro se declara marxista leninista; Lula combate, aceptando las reglas de juego del sistema económico capitalista, mientras Castro insiste en el comunismo estatizante; Lula se apoya en una fuerte sociedad civil, y Castro insiste en castrar esa sociedad civil.
De manera que las diferencias ideológicas evidentes serán el signo de la visita, a pesar de la amistad de muchos años y de la coincidencia anterior, en puntos ahora divergentes. |
