www.cubaencuentro.com Jueves, 13 de noviembre de 2003

 
  Parte 1/2
 
El sol con un dedo
Para 'Le Monde Diplomatique' la invasión norteamericana a Cuba es un hecho consumado, y la oposición a Castro un invento de Washington adornado con dólares.
por MIGUEL CABRERA PEñA, Santiago de Chile
 

Al parecer, cierta izquierda no variará su posición sobre lo que considera la esperanza revolucionaria hasta que no vea caer raíles de punta. No tiene mucha importancia para este sector que Fidel Castro ahogue al pueblo en la falta de libertad, en la represión, en la mentira cada vez más chusma. Estos caballeros, anhelosos de trasplantar al Marx del siglo XIX a la postmodernidad, lucen ciegos y sordos con lo que en este territorio del Caribe tiene lugar.

Le Monde Diplomatique
'Le Monde Diplomatique', edición Cono Sur.

Mientras la mayoría del mundo político se muestra alerta frente a las violaciones de los derechos fundamentales de los isleños, existe una porción que no halla oxígeno sino en el ditirambo familiar, en la obsecuencia, en la meditación esquinada, en magnificar el enfrentamiento entre Cuba y Estados Unidos, en repetir, en suma, como altavoces, a La Habana.

Así, un caballero como Jean-Guy Allard llega a escribir que la culpa de envenenar las relaciones entre Francia y Castro no radica en las violencias de éste contra la oposición, sino en la entrevista que el canciller galo, Dominique de Villepin, sostuvo hace unos meses con Robert Ménard, líder de Reporteros Sin Fronteras, a quien sitúa, a propósito, en la extrema izquierda.

Allard —canadiense de origen francés radicado en Cuba— se deshace en "hechos" que terminan por convertir a Ménard en agente de la CIA. Probablemente Ménard es tan agente de la CIA como colombiano es el director ejecutivo de la FNCA, Joe García, de acuerdo con la nacionalidad que, en otro comentario, tuvo a bien suministrarle el inefable Allard.

Pero si éste encaja sus endechas políticas en la prensa cubana, en Le Monde Diplomatique, que se reviste de un afán intelectual cada vez menos objetivo respecto a Isla, el vuelo suele alcanzar aquellas alturas donde la gravitación del planeta no alcanza. En semejante estado de levitación, se juega a los conceptos como los niños toman a la escoba por caballo. Claro que sin la candidez siempre deslumbrante de la primera edad.

Pascual Serrano, en una reciente edición de este semanario (versión Cono Sur, Planes de intervención militar en la isla), retoma los añosos argumentos de Castro y casi se escucha el cañoneo sobre nuestras ciudades y se ven, sin mucho esfuerzo, los masivos desembarcos, los ametrallamientos de la aviación yanqui sobre el porvenir luminoso que para Serrano representa la dictadura cubana.

Pero si nada puede hacerse contra las supercherías políticas de Serrano y, quizá, su vocación frustrada de novelista, mucha atención hay que poner cuando transgrede las lindes de lo meramente humano. Es su problema si en otro texto quiere llamar cleptocracia al gobierno de George W. Bush, pero que agredir a los que tienen el valor de insurgir, a quienes sufren en mazmorras por el delito de levantar la voz por su patria, ya no es sólo su problema.

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