www.cubaencuentro.com Jueves, 13 de noviembre de 2003

 
  Parte 1/2
 
¿Una batalla más?
De cómo el régimen castrista elimina a sus adversarios. La cacería antidrogas, un nuevo pretexto represivo.
por JAIRO RíOS/ORIOL PUERTAS, La Habana
 

En Cómo llegó la noche, un libro de memorias que cada cubano debería leer, Huber Matos revela los vínculos de Fidel Castro con el cultivo y tráfico de marihuana en la Sierra Maestra durante el período insurreccional. No hacía falta indagar demasiado para comprobar no sólo la tolerancia y participación del Comandante en ese negocio —que incluía desde luego el lavado de dinero para obtener armas—, sino un modo de proceder que teñiría toda su práctica política posterior: la doble moral.

P. Gorki
Rockero Gorki, ¿cárcel por contestatario?

Precisamente ahora el régimen castrista eslabona una de las más feroces campañas contra la expansión del mercado de drogas dentro de la Isla. Es otra "batalla", como gustan decir los medios de comunicación oficiales, en la cual de paso —¿de paso?— eliminan del camino a cualquier persona non grata, jóvenes "descarriados" o seres incómodos que se niegan a entrar por el aro de una legalidad tan manipulada como manipuladora.

El caso del músico habanero Gorki Águila es muestra evidente de ello. Después que su banda concluyó el concierto programado para el Festival de Rock de Pinar del Río, fue inmediatamente arrestado bajo la acusación de venderle "una pastilla" a una joven. Unos cuantos meses más tarde, en un juicio en el que los típicos improperios contra la música rock hicieron las veces de pruebas testificales, se le condenó a cuatro años de prisión en condiciones infrahumanas. Ese fue el ardid para hacer callar a una de las agrupaciones de vanguardia del género en la Isla, que ya estaba diciendo demasiadas verdades.

No importa si traficas o consumes. Igual la ley te pondrá tras las rejas. Y si eres adicto, no serás incluido en los rigurosos tratamientos de desintoxicación para extranjeros en clínicas como La Pradera, en La Habana, o El Quinqué, en Holguín, sino en hospitales psiquiátricos o granjas para reclusos. Es el mismo apartheid que en cuatro décadas convirtió a los cubanos en dueños de nada, ni de su propio destino.

Sobre las madres que desesperadas piden un digno tratamiento para sus hijos adictos, nada dice la prensa cubana. Desde que comenzó la nueva campaña, la propaganda oficialista —con su poco transparente ejercicio del periodismo, sus mordazas, las autocensuras y tantas mentiras y medias verdades que pululan— se ha desgastado sacando a la luz diversos testimonios de jóvenes que cayeron en el abismo de las drogas y con evidente cinismo se refieren a los logros de sus procesos de rehabilitación.

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