www.cubaencuentro.com Martes, 27 de enero de 2004

 
  Parte 1/4
 
La mordida del tigre
¿Inmolarse o vivir? El coronel Pedro Tortoló demostró que las órdenes de Castro son transgredibles, sobre todo si atañen a un holocausto.
por MIGUEL CABRERA PEñA, Santiago de Chile
 

Morir resulta un suceso efímero, un instante en que el hombre como ente biológico da una vuelta y termina —quizá— de cabeza en la nada. Pero vivir con el baldón de cobarde en una sociedad tan machista como la cubana, andar en boca popular, protagonizando burlas y chistes, es peor que morir, mucho peor. Y Pedro Tortoló Comas sufrió —sufre— una de las más terribles construcciones de la realidad y de la historia que ha urdido Fidel Castro.

Fidel Castro
Presidente de Granada Maurice Bishop, Castro.

En octubre pasado se cumplieron 20 años de la invasión norteamericana de Granada, un capítulo más de la guerra fría. La verdadera historia del tema, empero, está por hacerse, particularmente en Cuba. En un país donde el ayer se mitifica, se selecciona y se empuja como un todo hacia el futuro, a un lego llamaría la atención que no se hayan dedicado las parrafadas que, para mantener en el tintero otros sucesos del pasado, acostumbra la prensa nacional. En su actuación en Granada acumuló Fidel Castro, en pocos días, la más numerosa cifra de errores consecutivos de su biografía.

El ejemplo del detalle es inhábil a veces. Para algunos expertos la primera equivocación de Castro con respecto a Tortoló fue designarlo para liderar una resistencia en Granada que no le avenía. El entonces coronel y jefe del Estado Mayor del Ejército Central, era un militar que se había graduado en la academia soviética. Su especialidad eran las agrupaciones de tanques y en esta arma peleó en más de una batalla "internacionalista".

La fractura política, social y moral que en octubre de 1983 afectaba a Granada, el asesinato del primer ministro Maurice Bishop y varios de sus seguidores, los poco favorables accidentes geográficos y la pequeñez del territorio adonde se le despachó, convertían en imposible no sólo el triunfo sino la resistencia. Tampoco existía —por lo dicho y otros avatares— convicción moral para la lucha.

Algunos entendidos pensaron que lo que necesitaba Castro era un guerrillero muy experimentado, que no faltaba a la sazón entre los militares isleños. De cualquier modo, la práctica en la lucha irregular, por mucha que fuera, tenía asegurada la derrota. Finalmente Castro decidió, en desmedro de otros más expertos.

Debiera recordarse que el "comandante" se negó a que Ernesto Guevara incluyera entre los hombres que llevaría a Bolivia al hoy general Enrique Acevedo —hermano del general de división y presidente del Instituto de Aeronáutica Civil, Rogelio Acevedo—. La causa de la negativa asombra: los hermanos se querían mucho y la separación sería dolorosa (Secretos de generales). O sea, Castro no envía a cualquiera a misiones suicidas, a pesar de que le había dicho a Guevara que eligiera a sus futuros compañeros de armas.

El "comandante", en fin, dio su orden a Tortoló, que si no era el más idóneo para la resistencia de tipo guerrillero sí podía calibrar —como pocos en Cuba— a qué se enfrentaría. A esta decisión añadió el enviarlo cuando ya la invasión estadounidense avistaba las costas granadinas.

Dos años antes, como escribió Stephen Zunes (The US Invasion of Grenada: A twenty Year Retrospective), en la base de Vieques, en Puerto Rico, se habían realizado maniobras en las cuales paracaidistas ocupaban sitios claves de la geografía de Granada, apoyados por anfibios de asalto y aviación. Desde entonces se maduraban planes bélicos contra un proceso que acabaría destruyéndose a sí mismo.

¿Tenía el comandante una idea real de lo que era la 82 División Helitransportada Reforzada? Este último adjetivo permite sumar a todas las fuerzas armadas de Estados Unidos, incluidas las nucleares. Los efectivos norteamericanos, apoyados simbólicamente por huestes del Caribe oriental, crecieron en pocas horas de 1.200 a 7.000, y continuaron creciendo. Se ha escrito que llegaron a 20.000. Pronto cubanos y pequeños grupos de granadinos fueron rodeados. Era la operación más grande del Pentágono después de la debacle de Vietnam.

1. Inicio
2. Si Castro pudo equivocarse...
3. Aunque las comparaciones...
4. En el oscuro proceso...
   
 
EnviarImprimir
 
 
En Esta Sección
El hijo bobo de los rusos
ENRIQUE COLLAZO, Madrid
Verdades e inocencias
JOSé H. FERNáNDEZ, La Habana
Poderes sordos
LEONARDO CALVO CáRDENAS, La Habana
Editoriales
Sociedad
Cultura
Internacional
Deporte
Opinión
Desde
Entrevista
Buscador
Cartas
Convocatorias
Humor
Enlaces
Prensa
Documentos De Consulta
Ediciones
 
Nosotros Contacto Derechos Subir