www.cubaencuentro.com Martes, 30 de marzo de 2004

 
  Parte 1/2
 
La feria y el cuento de la buena pipa
Si la estrategia de 'intercambio persuasivo' ha fracasado, ¿qué proponen a nivel práctico y verificable quienes critican la decisión alemana de no asistir a la Feria del Libro de La Habana?
por ARMANDO AñEL, Warwick
 

Las recientes declaraciones de algunos exiliados cubanos a propósito de la negativa alemana a comparecer oficialmente en la XIII Feria del Libro de La Habana, estimulan la reflexión. Una actuación coherente, en la línea de las últimas escaramuzas libradas por el castrismo y la Unión Europea —aquel presiona a ésta exigiéndole que cierre las puertas de sus sedes diplomáticas a la disidencia interna—, ha sido criticada por más de uno, con lo cual uno termina preguntándose hasta qué punto resulta viable condenar el estado de cosas imperante en Cuba si ni siquiera una decisión tan light como la germana logra consenso en el seno de la comunidad exiliada.

E. G. Menoyo
Opositor Eloy Gutiérrez-Menoyo, en Feria del Libro de La Habana.

Como en ediciones anteriores, la Feria del Libro de La Habana no constituyó —tarea poco menos que imposible en un sistema totalitario— un espacio abierto al intercambio desprejuiciado y espontáneo de bibliografía y conocimientos, experiencias y opiniones, con lo cual escasamente podía agrietar el muro desinformativo levantado por el castrismo. Verdad que oxigenó el entorno cultural y facilitó que la clase pensante se mantuviera al tanto de lo que se edita allende los mares, pero todo ello subsidiariamente y desde una visión gremial o egotista —enfrascada en el mundo paralelo de lo literario— de la realidad y sus coyunturas. Por añadidura, el hecho de que Berlín no acudiera a la cita no alteró para nada estos entrecruzamientos.

Aunque arriben sus libros, a las ferias habaneras no pueden arribar aquellos autores que hoy por hoy, dentro y fuera de la Isla, asumen posiciones contestatarias; pero que nadie se llame a engaño con El éxito del tigre: los relatos de Luis Manuel García clasifican como ficción pura y madura, ajena a la denuncia o el enfoque testimonial, nada que ver con textos por el estilo de Mea Cuba o Contra toda esperanza —o con pesquisas del calado de Viaje al corazón de Cuba—, los cuales nunca nadie descubrirá sobre las tarimas del recinto ferial y en los que el castrismo es diseccionado con pelos y señales. Se trata de dos categorías igualmente valiosas en el entramado del acervo insular, aunque sólo una de ellas esté en condiciones de eludir el filtro de la censura institucionalizada.

En relación a la Feria del Libro, la postura germana se ha revelado estrictamente simbólica, de Estado a Estado, como lo demuestra la asistencia, sin mayores problemas para salir y enseguida entrar a su país de origen, de varias editoriales teutonas. Una postura que adicionalmente reubica la tragedia nacional, sacándola del contexto bilateral —EE UU vs. Cuba— al que el régimen cubano insiste en trasladarla.

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