www.cubaencuentro.com Martes, 30 de marzo de 2004

 
  Parte 1/2
 
Deshabilitación de la esperanza
¿A quiénes considerará La Habana 'repugnantes y dañinos' cuando finalmente se elimine el permiso de entrada a la Isla, sustituido por el pasaporte 'habilitado'?
por MIGUEL CABRERA PEñA, Santiago de Chile
 

Para el primer trimestre de 2004, según ya viejos despachos de prensa, se suprimirían en Cuba las demoras, las arbitrariedades y la violación de derechos que significa tener que solicitar visa para que los hijos de este país que viven en el extranjero viajen a su patria. Como si fuera mal menor, hay que pagar el permiso, y caro. Como muchas veces sucede con respecto a Cuba, las primeras noticias generaron —en más de uno— un montón de esperanzas.

No faltó quien creyó que se daba con el anuncio un gran paso hacia lo que parecía el derribamiento de uno de los muros que separa de su tierra y
Aeropuerto de Miami
Exiliados cubanos: ¿Cómo y quién decide su 'aptitud'?
esquilma a los cubanos allende los mares. En el primer informe al respecto no se hablaba de excluidos, ni de peligrosos, ni de personas que el régimen de La Habana considera enemigos.

Los más escaldados en estos temas sí se cuestionaron, desde el primer momento, hasta dónde llegarían unas "bondades" que se deslizaban a la opinión pública internacional cuando el encarcelamiento colectivo de periodistas y opositores políticos continuaba provocando manifestaciones y condenas en diversas esquinas del planeta.

Pasaron semanas de silencio angustioso. Las intenciones de La Habana —expresadas generalmente en lenguaje y fuentes difusos— comenzaron a enseñar, sin embargo, sus verdaderos filos y contrafilos cuando un alto funcionario declaró que la anulación de la visa no involucraba a todos los cubanos. O sea, que habría selección. Las aguas reentraban en sus cauces.

Aquellos de arriba —los ilusionados, los deslumbrados, los desesperadamente optimistas, los que creen que el cambio y la rectificación resultan intrínsecas a los seres humanos, a los sistemas políticos e incluso a las tiranías— se inclinaron seguramente a pensar que la selección, los excluidos, sólo tocaría a pequeños grupitos, esos a los que se les bautiza de extrema derecha, a los que han bregado contra el sistema con violencia y resquemores intransferibles, siguiendo por cierto las huellas que década tras década les ha ido señalando, con perseverancia digna de mejor causa, el propio Castro.

Al resto, a la inmensa mayoría, a los que nunca acudieron a las armas y al enfrentamiento, no les esperaba, aparentemente, otro esfuerzo que ahorrar un poco, comprar el boleto de avión, divisar desde las alturas la Isla de sus amores para zambullirse pronto entre los brazos y las lágrimas de felicidad de sus familiares. Ya se veían, al menos en este asunto, en igualdad con el resto de los ciudadanos del mundo.

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