www.cubaencuentro.com Martes, 18 de mayo de 2004

 
  Parte 3/6
 
El infortunio de las consolaciones
Martí y los fusilamientos en Cuba: La genuflexión con que algunos círculos intelectuales de 'izquierda' suelen decorar los desatinos políticos castristas.
por MIGUEL FERNáNDEZ-DíAZ, Miami
 

La extraña paciencia ante Cason

Pero el 3 de abril de 2003, James Cason (jefe de la Sección de Intereses de Estados Unidos de América en Cuba) había informado ya por los medios de prensa de la Isla: "Cualquier individuo de cualquier nacionalidad —incluyendo los cubanos— que secuestre un avión o embarcación para dirigirse a los Estados Unidos, será procesado con toda la fuerza del sistema legal norteamericano (…) Una vez convicta por tales delitos, cualquier persona —incluyendo los cubanos— será declarada de forma permanente como no elegible para la residencia permanente y legal en los Estados Unidos".

Puede redargüirse que Cason realizaba otra jugada hipócrita de la diplomacia norteamericana. Sólo que entonces aquello "tan evidente" para Castro se torna ininteligible hasta para gente tan lúcida como José Saramago: "No se entiende que si hubo conspiración no haya sido expulsado ya el encargado de la Sección de Intereses de los EE UU en La Habana, la otra parte de la conspiración". Al respecto, Castro anunció que tomaría "toda la calma necesaria para decidir la conducta a seguir con este extraño funcionario". Tal parece que acabó por engolfarse en algún ejercicio de paciencia tibetana, pues la Casa Blanca propició, al menos en dos ocasiones posteriores, que Cason fuera declarado persona non grata como respuesta de cajón a expulsiones de diplomáticos cubanos radicados en Washington y Nueva York.

Así este funcionario se vuelve mucho más extraño, pues desempeña todavía la jefatura de aquella sección de intereses, "incubadora de contrarrevolucionarios y puesto de mando de las acciones subversivas más groseras". No obstante, parece que hablaba en serio el 3 de abril, porque el 21 de julio acudió de nuevo a la prensa cubana y subrayó que los secuestros de embarcaciones o aeronaves "son violaciones extremadamente serias (…) Los presuntos secuestradores y otras personas acusadas de delitos graves deben esperar permanecer detenidos hasta el juicio para expirar largas sentencias en penitenciarías federales si son encontrados culpables, y una vez encontrados culpables permanecerían como inelegibles para residir legalmente de forma permanente en los Estados Unidos".

Por suerte para Castro, estas declaraciones se publicaron el martes de la semana consagrada a celebrar el aniversario 50 del ataque al cuartel Moncada (Santiago de Cuba). De no haber sido así, se hubiera visto forzado a convocar el sábado una tribuna abierta u otra marcha del pueblo combatiente frente a la sección de intereses de EE UU, pero esta vez en apoyo a los pronunciamientos de Cason.

Posturas desde la izquierda

En cuanto a Saramago, Castro expresaría su dolor por "que no hubiese entendido ni una sola palabra de las realidades que viven Cuba y el mundo". La clave áurea es simple: la conspiración radicaba en "provocar un conflicto armado entre Cuba y Estados Unidos". Hubo que cumplir entonces "el deber sagrado de luchar para impedir que millones de cubanos sean fusilados por los que intentan imponer a todos los pueblos de la Tierra una tiranía mundial nazi-fascista". Esta vieja maña castrista de montar la apoteosis da pábulo a los consuelos de la ciencia legitimante.

El doctor José Ramón Fabelo, por ejemplo, rumia los mismos argumentos de Castro para sentar cátedra de filosofía de los valores y plantear "un enfrentamiento de vida versus vida. Por un lado la vida de tres individuos que habían cometido un delito sumamente grave de secuestro con métodos terroristas y, por otro, la vida de miles de cubanos y de la Revolución misma".

El secuestro de la lanchita de Regla no sería un hecho aislado, sino "importante eslabón de una presumible cadena de causas y efectos, conducente, a todas luces, a una guerra de agresión contra Cuba". La cadena de secuestros se forjaba desde EE UU y sería "promotora con toda probabilidad de flujos migratorios masivos ilegales que llevarían a un bloqueo naval [y], consecuentemente, a la guerra (…) Era necesario destruir la cadena cortando abruptamente el único eslabón sobre el que se tenía control". La alternativa de cárcel quedó descartada, porque los culpables se adscribían a "la lógica imperial". Que reza: La revolución tiene contados sus días, y en Cuba libre los secuestradores habrían acreditado suficiente expediente para su excarcelación como "valerosos luchadores políticos por la libertad".

"Sólo la convicción de que de la aventura no se saldría con vida, podía contener tan peligrosa tendencia. Este era el dilema ético concreto". Sólo que resolverlo entraña dar solución al caso jurídico específico, porque los secuestradores fueron sometidos, según informó el gobierno cubano, al "juicio sumarísimo previsto en los Artículos 479 y 480 de la Ley de Procedimiento Penal" por graves delitos "previstos en la Ley 93 [2001] contra Actos de Terrorismo (…) con pleno respeto de las garantías y derechos fundamentales". Así que no pueden presumirse causas ni efectos, sino acreditarse más allá de toda duda razonable. Sin embargo, hasta el propio Castro distaba mucho de la certidumbre.

Acerca del inicio (19 de marzo de 2003) de la presunta cadena de acontecimientos, confesó "que no ocurría un hecho semejante [el secuestro de un avión de pasajeros en pleno vuelo] desde la firma de los Acuerdos Migratorios [1994], que incluso pudo ser inducido por la mafia de Miami. No tenemos forma de saberlo". Asimismo, reconoció que los secuestradores de la lanchita "no tenían objetivos políticos". Puesto que los tres fusilados nunca trataron con Cason ni con el "grupo mafioso de Miami y la gente ubicada por ellos en los círculos más cercanos a Bush", el enigma sociojurídico de cómo se involucraron en la siniestra conspiración tiene que descifrarse con ayuda de otros consuelos.

Según Heinz Dieterich Steffan, "el microdrama del crimen ya estaba indisolublemente vinculado a los preparativos propagandísticos de la agresión militar estadounidense contra Cuba. De hecho, no importa si los secuestradores tenían conciencia del papel que estaban jugando en la política mundial o si involuntariamente habían entrado en una trama mayor fuera de su control y competencia, al modo de la tragedia griega; objetivamente se habían convertido en (…) una 'base avanzada de operaciones' de los preparativos bélicos de Washington contra Cuba".

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