www.cubaencuentro.com Martes, 18 de mayo de 2004

 
  Parte 2/2
 
Dos regímenes al desnudo
¿Debió México callar ante los insultos de Castro?
por JESúS SILVA-HERZOG, México D.F.
 

Grave era también que el gobierno cubano emitiera una opinión terminante sobre el tema más candente de la política mexicana, otorgando razón a una parte en el conflicto y descalificando a la otra. El gobierno cubano no solamente interroga indebidamente a un preso, sino que, en ausencia de las garantías elementales, se atreve a emitir un veredicto sobre la naturaleza del escándalo mexicano. ¿Debía quedarse callado el gobierno mexicano ante semejante agravio? Por supuesto que no. Una protesta era debida. El gobierno de Vicente Fox tenía toda la razón en reaccionar ante las provocaciones del gobierno cubano. Se equivocó —y gravemente— en la forma en que lo hizo.

El gobierno mexicano no podía quedarse callado. Debía expresar su indignación a través de los mecanismos diplomáticos. Había muchos expedientes que podían emplearse. Se podría haber llamado al embajador cubano para exigir explicaciones, se podía enviar una enérgica nota diplomática, se podía haber retirado indefinidamente a la embajadora. No se hizo nada de ello. Se tomó el camino de la estridencia.

Frente a la crisis, la respuesta mexicana fue la agudización de la crisis. El gobierno, tras una jornada de reivindicación panista, optó por medidas inusualmente agresivas y terminantes: el retiro de la embajadora en La Habana, la expulsión inmediata de funcionarios cubanos y del mismísimo embajador. No encuentro antecedente de una medida tan drástica. ¿Era necesario llegar a ese punto? Por supuesto que no.

México y Cuba: ¿Una nueva relación?
Cuba... desde México. Entre la nostalgia del pasado y el miedo al futuro
JORGE G. CASTAñEDA, México D.F.
El affaire mexicano
NéSTOR DíAZ DE VILLEGAS, Los Ángeles
México D.F.: Entre México y Cuba, una sola raíz
MIGUEL COSSíO WOODWARD
La diplomacia cubana se va a bolina
MANUEL CUESTA MORúA, La Habana
El toro por los cuernos
ANTONIO SáNCHEZ GARCíA, Caracas

La reacción cubana que tantos admiradores consiguió en México fue francamente ridícula. Solamente encerrados en capilla de la fe podrían aceptarse las falacias del canciller cubano: "Cuba es moralmente superior a México. México se ha vendido, Cuba es digna". El argumento del ministro fue que el gobierno cubano era metafísicamente incapaz de mentir, que estaba ontológicamente imposibilitado para la agresión y que, por lo tanto, nadie podría dudar de las hermosas intenciones del amado comandante.

"Fidel ama a México y por eso sufre con la pérdida de su prestigio. México es el responsable exclusivo de la crisis", declaró Pérez Roque. Lo es porque el comandante Castro había insultado mucho más ofensivamente al presidente Fox en ocasiones anteriores y el gobierno mexicano no había reaccionado de esa manera. Como ayer te pateé y no hiciste gran cosa, ahora no puedes quejarte de que solamente te escupo.

Lo que resulta fascinante es la capacidad de la dictadura para recurrir a sus reflejos más antiguos: la extracción de una confesión a través de la cual el hombre que es capturado por las fuerzas gubernamentales, declara su amor por la revolución, su gratitud frente a sus captores y su vergüenza por haberse apartado del camino de la historia.

Las escenas de los "contrarrevolucionarios" pidiendo perdón públicamente por sus tropiezos morales, su convicción de que el venerado comandante tiene y tendrá siempre la razón están en el origen de la dictadura. Hace unas semanas pudo verse un ensayo de las grabaciones que, debidamente editadas, pudimos ver.

Me refiero a la abyecta película de Oliver Stone, en la que el cineasta conversa con un grupo de presos. Los prisioneros están frente a Stone y a Castro, quien escucha detenidamente sus declaraciones. Naturalmente, los delincuentes declaran que están purgando una condena justa, que han sido tratados con gentileza y que incluso merecerían penas aún más severas que las que los jueces misericordiosos les han impuesto. Grotesco.

Lo curioso es que nuestros progresistas dan crédito a las imágenes extraídas de las cárceles de la dictadura. El escándalo ciertamente ha servido para renovar la devoción que amplias capas de la opinión publicada sienten por la dictadura. Los castristas mexicanos no ven ya la idílica patria del socialismo tropical en la Isla. Saben bien que ahí no hay derechos para opinar, para disentir, o para informarse.

Siguen defendiendo a la dictadura porque creen que defiende la dignidad latinoamericana. Ahora tienen una nueva razón para sostener su respaldo. Frente a la ineptitud, la incompetencia de los gobernantes mexicanos, la eficiencia de los carceleros cubanos parece respetable.

1. Inicio
2. Grave era también...
   
 
EnviarImprimir
 
 
En Esta Sección
Vade voto
ALEJANDRO ARMENGOL, Miami
A los pies del 'Seņor'
VICENTE ECHERRI, Nueva Jersey
El infortunio de las consolaciones
MIGUEL FERNáNDEZ-DíAZ, Miami
Editoriales
Sociedad
Cultura
Internacional
Deporte
Opinión
Desde
Entrevista
Buscador
Cartas
Convocatorias
Humor
Enlaces
Prensa
Documentos De Consulta
Ediciones
 
Nosotros Contacto Derechos Subir