www.cubaencuentro.com Martes, 18 de mayo de 2004

 
  Parte 2/2
 
Cuba... desde México. Entre la nostalgia del pasado y el miedo al futuro
por JORGE G. CASTAñEDA, México D.F.
 

De tal manera, México votó incontables veces, en esa misma Comisión de Derechos Humanos de la ONU, para condenar a los regímenes de Chile, Nicaragua, El Salvador y, por supuesto, Sudáfrica, sin jamás hacerlo en el caso de Cuba. A la inversa, Cuba nunca mostró el más mínimo apoyo a la izquierda mexicana, al grado incluso de asistir Fidel Castro a la toma de posesión de Carlos Salinas de Gortari a pesar del presunto fraude electoral contra Cuauhtémoc Cárdenas, amigo cuya familia mantenía una vieja relación con los cubanos. Este entendimiento tácito, entre otras cosas, evitó a los sucesivos regímenes priístas el surgimiento de movimientos armados significativos en nuestro país y benefició por supuesto a Cuba.

Pero este pacto implícito estaba sujeto a la supervivencia de un régimen autoritario en ambos países, y en particular en México. Y, conforme nuestro país se democratizaba, empezó a desmoronarse. Fue cada vez más difícil para los gobernantes mexicanos hacer caso omiso de la situación interna en Cuba y, para el régimen de la Isla, fue cada vez más difícil resistir la tentación de actuar políticamente en México.

Los diversos incidentes de la primera mitad del régimen de Ernesto Zedillo pudieron ser superados sin dejar mayor huella que una simple animosidad personal entre Castro y Zedillo. Pero ya la celebración de la Cumbre Iberoamericana en La Habana, en noviembre de 1999, generó una situación inmanejable para los dos gobiernos: Rosario Green, secretaria de Relaciones Exteriores, se reunió con varios disidentes cubanos, y Zedillo pronunció un duro discurso sobre la democracia, la economía de mercado y los derechos humanos en Cuba. Era el principio del fin del pacto anterior.

El límite de lo aceptable

El advenimiento de la alternancia en México, y el hecho de que Fox y muchos de sus colaboradores más cercanos se hubieran fraguado en la lucha por los derechos humanos y por la democracia hicieron inevitable que el pacto anterior terminara por desvanecerse. No era posible llegar al gobierno y no propugnar por la defensa de estos principios también en Cuba. De ahí los episodios por todos conocidos que culminaron con el último voto en Ginebra. Con la ruptura del pacto, los cubanos comenzaron a participar activamente en la política interna mexicana.

Primero, simplemente movilizando a sus huestes dentro de nuestro país a favor de sus intereses y de sus posiciones; después, ya claramente tomando partido en distintas contiendas, conflictos y competencias políticas en México, hasta llegar a la abierta participación en la sucesión presidencial mexicana con miras a 2006. Ello explica la decisión ya inevitable del gobierno de Fox: simplemente, se había rebasado el límite de lo aceptable.

Esta situación coloca a la clase política mexicana, a la intelectualidad, al empresariado y a una parte significativa de la opinión pública ante una serie de nuevas disyuntivas, decisivas para el futuro. Al final, cada mexicano interesado hoy en este asunto deberá decidir dónde se ubica. La encuesta del diario Reforma demuestra claramente que en torno al tema de los derechos humanos existe un apoyo aplastante a favor del voto de México en Ginebra. Pero no es suficiente. En el fondo, hay que optar entre Cuba y México; entre la dictadura y la democracia; entre la represión y los derechos humanos; y, finalmente, entre la nostalgia del pasado y el miedo al futuro. La crisis con Cuba nos ha colocado ante este dilema. Bienvenida sea, por lo menos en este sentido.

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