www.cubaencuentro.com Martes, 25 de mayo de 2004

 
  Parte 2/2
 
La muerte indócil de José Martí
por MIGUEL FERNáNDEZ-DíAZ, Miami
 

Por el contrario, Martí tenía la condición equívoca de mayor general (nombrado por Gómez el 15 de abril de 1895) sin tropa bajo su mando y sin otro jefe que acaso el propio Generalísimo. Fermín Valdés-Domínguez puso ya el dedo inquisitivo en la llaga del combate: Martí "no seguía a nadie" (Diario de soldado, 1971-4). Luis Gómez y Amador imagina que "buscaba al general Máximo Gómez [cuando] recibió tres tiros de fusileros españoles", pero es bien sabido, como indica Carlos Ripoll, que el Apóstol y (su) Ángel de la Guardia "se extraviaron hasta dar frente a un pelotón enemigo".

Valdés-Domínguez anotó también este juicio, destinado al olvido, del coronel mambí Demetrio Castillo: Gómez había dirigido el ataque de manera irracional. Esta falta nunca podrá paliarse con el consuelo de Ripoll: "La muerte de Martí fue casual". En Dos Ríos no hubo casualidad, sino previsión insuficiente y franca transgresión de la circular (abril 14 de 1895) de Gómez y Martí a los jefes y oficiales del Ejército Libertador: "Disciplina quiere decir orden, y orden quiere decir triunfo". Aunque se predicaba "caer silenciosamente sobre el enemigo", se hizo todo lo contrario.

Gómez no sólo debió "averiguar la posición del enemigo antes de atacarlo", como bien señala Ripoll. Tras indagar cómo murió Martí, el coronel Enrique Loynaz concluyó también que no hubo dirección alguna, sino galopar frenético. El mismo combate "contrariaba la marcha y plan de Gómez y Martí, que se dirigían al Camagüey, de prisa, a llevar la guerra e instalar el gobierno" (Memorias de la guerra,1989).

Ripoll quebranta el orden cronológico cuando narra que tras ordenarle Gómez: "¡Retírese hacia atrás, que este no es su puesto!'', Martí "montó a caballo y le dijo a un soldado que pasaba junto a él: '¡Joven, vamos a la carga!' Cruzaron [entonces] el Contramaestre…". Ramón Garriga y otros mambises cercanos al Maestro atestiguan que sólo después de vadear el río, Gómez dio sendas órdenes a Paquito Borrero de cargar por la derecha y a Martí de quedar en la retaguardia junto a Masó (Carteles, octubre 25 de 1953).

La clave trágica radica en que esta orden no bastaba para orientar a quien recibía su bautismo de fuego. Gómez fue tan impreciso, que dejó expuesto a Martí. Luego anotaría: "no pudiendo yo hacer otra cosa que marchar adelante para arrastrar a la gente, no pude ocuparme más de Martí". Incluso admitió que el combate de Dos Ríos fue "mal preparado", pero prometía ser "otro Palo Seco" (Diario de campaña, 1941), que "le resultó, más que seco, triste", según Ximénez de Sandoval (Alrededor de la acción de Dos Ríos, 1942). Este considera que Gómez fue el único responsable de la muerte del Apóstol "por no saberse imponer a Martí, atacar a ciegas y dejar hacer a sus subordinados, [a más de] no volver por el honor de las armas cubanas atacando rudamente a mi columna para arrebatarme aquel cadáver que como trofeo de guerra yo llevaba".

Tal parece que no debe seguirse dando vueltas alrededor de la vieja tesis del suicidio. Antes debería discutirse por qué Loynaz subrayó este lamento en su informe de octubre de 1895: "¡Él fue el único muerto que tuvimos en Dos Ríos!".

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