www.cubaencuentro.com Martes, 25 de mayo de 2004

 
  Parte 1/2
 
¿Antes no y ahora sí?
El embargo del bloqueo y el bloqueo del embargo.
por MIGUEL FERNáNDEZ-DíAZ, Miami
 

En su entrevista con Jeffrey Elliot y Marvin Dymally (Nada podrá detener la marcha de la historia, 1985), Fidel Castro juzgaba el embargo comercial impuesto por Estados Unidos como "bochornosa e infame persecución contra todas las actividades económicas de Cuba". No obstante, consideraba que "la supresión del bloqueo sólo a largo plazo implicaría alguna ventaja".

Pedro Alvarez
Más de 100 compañías norteamericanas negocian con La Habana.

Cuando los entrevistadores indagaron por la alternativa de comercio con EE UU, Castro respondió con el refrán campesino de "que no se puede cambiar la vaca por la chiva". Los países socialistas no sólo "nos pagan mucho mejores precios (…) y nos venden más baratos sus productos, sino que nos cobran muchos menos intereses por los créditos".

Por supuesto que la distancia histórica entre su graciosa respuesta y la insólita proclamación del embargo o bloqueo como genocidio en el parlamento cubano, da pie suficiente a la coartada filosófica de todo socialismo real: hay que ser materialistas dialécticos. Tanto es así que las relaciones comerciales con el vecino del Norte se consideraban de suyo como injustas, por la inevitable tendencia del imperialismo yanqui hacia la explotación, y ahora se echan de menos como el náufrago a la tabla de salvamento.

Pero la dialéctica materialista no explica por qué se calculan hoy en Cuba los daños y perjuicios derivados del embargo con tanta pericia y minuciosidad, que estas últimas se tornan envidiables respecto al uso precedente de la ayuda del campo socialista y aun presente de los propios recursos de la Isla.

Vuelto al revés como vulgar calcetín ideológico, el destino manifiesto sigue cubriendo los pies de barro del castrismo. Los fracasos económicos y las arbitrariedades políticas no tienen referencia más socorrida que la guerra desatada por EE UU. Osvaldo Martínez, presidente de la Comisión Permanente de Asuntos Económicos de la Asamblea Nacional, no vacila en imputar a Washington, incluso, esta modalidad sui generis de agresión: prometer "licencias que permitan entablar relaciones comerciales, no con las instituciones que realmente hacen operaciones de compras de alimentos, sino con el sector privado (…) como factor interno de desestabilización".

Socialismo 'a lo Castro'

Otra vez irrumpe Fidel Castro y esta vez con noticias desalentadoras: "el arribo de más de 50 barcos mercantes, que en once meses han transportado 712 mil toneladas de productos agrícolas norteamericanos". El imperio enemigo ocupa ya la posición de líder entre los proveedores de alimentos a Cuba, y sólo contrata con su importador estatal monopólico.

Para el discurso político castrista, es lugar común que la primera Ley de Reforma Agraria (1959) "trajo consigo la decisión gubernamental norteamericana de acabar con la revolución". Por ironía histórica, la eficacia de aquella ley crucial puede medirse hoy con determinados renglones de importación desde EE UU: huevos y arroz, madera y papel, ¡azúcar! Tal parece como si el socialismo "a lo Castro", transfigurado por la desunión postsoviética, empujara el país hacia los tiempos en que Alexander von Humbolt advirtiera la paradójica incapacidad de la Isla para dar alimento a sus habitantes, pese a contar con tierras fértiles que podrían sustentar a una población muchas veces mayor (Cuadro estadístico de la Isla de Cuba, 1825-1829).

Sobre la base del reparto castrista de la tierra (61% del Estado, 36% de las cooperativas bajo supervisión estatal, 3% de los campesinos) y en los términos policíacos de la burocracia criolla, el "aporte a la seguridad alimentaria del país" por la agricultura cubana no rebasa el 60% de las necesidades. Más de cien compañías estadounidenses negocian hoy en La Habana ventas de alimentos por cientos de millones de dólares.

Tal y como acreditan los memorandos anteriores de entendimiento con el monopolio estatal cubano de importación, todas ellas pueden involucrarse en relaciones preñadas de motivaciones políticas, con el compromiso explícito de cabildear contra el embargo comercial impuesto por la Casa Blanca.

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