www.cubaencuentro.com Jueves, 27 de mayo de 2004

 
  Parte 1/2
 
¿Un rey de corona verde oliva?
Paradojas de la vida: El sector antimonárquico de la izquierda española es el mismo que apoya el 'reinado' de Fidel Castro.
por MICHEL SUáREZ, Madrid
 

Señores, el mundo está loco. En algunos foros cubanos existentes en Internet —por supuesto, ubicados fuera de la Isla—, la izquierda radical española, durante las horas previas a la boda real entre el príncipe Felipe de Borbón y Letizia Ortiz, se encargó de minar páginas enteras con proclamas antimonárquicas bajo el eslogan "Los españoles no queremos rey".

Los reyes
Los Reyes de España y los Príncipes de Asturias, después de la boda en el Palacio Real.

¿Qué raro camino del "azar" habrá llevado a organizaciones como Izquierda Unida, la Alianza de Intelectuales Antiimperialistas, Corriente Roja, Jóvenes de Izquierda Unida Latina, Juventud Comunista de Madrid y otras a utilizar las tribunas cubanas del exilio para su 'Movimiento Popular contra la Boda Real'?

¿No parece inaudito que las mismas organizaciones que defienden el "reinado" de Fidel Castro, callan ante sus desmanes y continúan enarbolando el "modelo cubano" como fin de sus paradisíacas metas, sean críticas acérrimas de Juan Carlos de Borbón?

"Tenemos un jefe de Estado vitalicio y no podemos elegir democráticamente en las urnas la forma de Estado que deseamos", dice el comunicado de los radicales y autodenominados anarquistas.

Es, cuando menos, contraproducente, que románticos del estalinismo y defensores del castrismo intenten ahora advertirnos de la importancia de poder elegir "democráticamente" a un jefe de Estado. Y que, además, pretendan utilizar los medios del exilio cubano para sus reivindicaciones es de una perversidad extrema.

Un sistema refrendado

En sus manipulaciones de la realidad española, estos grupos minoritarios (no alcanzan entre todos el 5% de los votos en las elecciones generales) pretenden desconocer a toda costa que la presencia de la monarquía parlamentaria es fruto directo de un referéndum celebrado el 6 de diciembre de 1978, donde una aplastante mayoría votó a favor del sistema sugerido. Por mucho que el general Franco hubiese propuesto a Juan Carlos como su sucesor al frente del Estado, ningún paso hubiera podido consolidarse si el sufragio de aquella jornada no lo hubiese ratificado.

Otro voto no menos importante, el protagonizado el 23 de febrero de 1981, dotó a Juan Carlos I de una mayor legitimidad popular al detener el golpe de Estado de los militares contra la naciente democracia española.

La monarquía, como sistema, podrá parecer bien o mal a quienes viven bajo su sombrero, pero lo cierto es que las coronas europeas —contenidas por la ejecutividad del parlamentarismo y reducidas prácticamente a la "moderación" y el "arbitraje"—, no representan un problema para sus ciudadanos. En las encuestas de instituciones académicas, mediáticas o gubernamentales, no aparece ni un punto decimal referido al tema. El terrorismo, el desempleo, la emigración y otros asuntos son los que acaparan la preocupación de la gente. El poder de los reyes está delimitado por constituciones nacionales que describen eficazmente los límites entre gobierno y Estado.

Las confusiones en torno a estas instituciones forman parte, hace mucho, de la historia que dejó atrás el feudalismo, en el que Iglesia-gobierno-Estado eran la misma cosa. Donde sí no ha quedado atrás esta aberración es en el escenario comunista contemporáneo, liderado por Cuba, Corea del Norte, China y Vietnam, que, sin Iglesia pero con Partido, forman un ente de poder impensable para los actuales reyes europeos.

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