www.cubaencuentro.com Jueves, 08 de julio de 2004

 
  Parte 1/4
 
Los ecos de la mala fama
Valeriano Weyler y su leyenda negra en Cuba: ¿Qué hay de cierto o inexacto?
por VICENTE ECHERRI, Nueva Jersey
 

En el verano de 1958, en medio de una ofensiva militar contra el movimiento encabezado por Fidel Castro en la Sierra Maestra, el gobierno hizo público el plan de sacar a los campesinos del terreno de operaciones con el fin de privar a los alzados de una colaboración que se juzgaba imprescindible para su sostén. Me acuerdo que, en reacción a este anuncio, el ex presidente Ramón Grau acusó públicamente a Fulgencio Batista de comportarse "como un Weyler".

V. Weyler
Valeriano Weyler.

El fantasma del capitán general —que en la última guerra de independencia cubana hiciera una campaña de tierra arrasada en la que los campesinos fueron forzados a concentrarse en las ciudades con unos resultados catastróficos— bastó para que el gobierno reconsiderara una acción que tal vez habría sido eficaz. La leyenda negra de Weyler era ya entonces uno de los mitos de la nación.

Acaba de publicarse en España un libro en el que, a manera de diario, María Teresa Weyler recrea una especie de autobiografía de su célebre abuelo. Desde luego que este libro —que aún no he leído— debe proponerse insistir en la reivindicación de Valeriano Weyler (1838-1930), no sólo por lealtad de familia, sino por fidelidad a los hechos históricos.

En este empeño, la obra recién editada no ha de ser la primera. La precede una biografía bastante seria que es el resultado de la colaboración de Gabriel Cardona y Juan Carlos Losada (Weyler, nuestro hombre en La Habana, Planeta, 1997), quienes también se esfuerzan en demostrar que, en lugar del "carnicero" que caricaturizó la prensa norteamericana de fines del siglo XIX y que perdura hasta hoy en la memoria de los cubanos, el general mallorquín fue un militar honorable y un estratega inteligente que estuvo a punto de derrotar la insurrección en Cuba y quien, hasta el final, fue un individuo de ideas liberales que —a diferencia de muchos otros espadones españoles de su tiempo— creía en el papel subordinado de las fuerzas armadas.

No sé que elementos nuevos pueda agregar ahora la nieta de Weyler —a quien Cardona y Losada le dan las gracias en su libro—; pero más allá del tono íntimo y personal, propio de unos papeles que pretenden ser autobiográficos, sospecho que abundará en los rasgos positivos del general que ya se encargaron de resaltar los autores citados.

¿Qué hay de válido en esta reivindicación de Weyler o de verdadero en la leyenda que lo ha estigmatizado por más de un siglo?

La opinión de Gastón Baquero

Fue Gastón Baquero el primer cubano a quien le oí un elogio de Weyler. Acababa yo de llegar a Madrid —a mi salida de Cuba— y Roberto Fandiño me llevó a conocer a Gastón, quien nos había invitado a cenar en su pequeño apartamento repleto de libros. No recuerdo ahora por qué —mientras cocinaba un picadillo inolvidable— empezó a hablar de Weyler, a quien veía como un hombre injustamente satanizado por la propaganda y quien, pese a haber llevado a cabo una sangrienta campaña militar, no había sido más cruel que muchos jefes insurrectos.

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