www.cubaencuentro.com Jueves, 02 de septiembre de 2004

 
  Parte 1/3
 
Necesidad de los conservadores
En la política isleña hay un nicho que ha estado vacío por más de sesenta años y que espera por algunos: ¿El Partido Conservador de la Nación Cubana?
por VICENTE ECHERRI, Nueva Jersey
 

Si un rasgo característico tiene la sociedad civil, en el sentido moderno de este término, es la existencia de partidos políticos. El pluripartidismo, cuya sola mención ha provocado, más de una vez, la furia e improperios del mandante de Cuba, es inseparable de la democracia moderna, sistema que aumenta su pertinencia en todos los continentes y en todas las culturas.

M. G. Menocal
Mario García Menocal: fundador, líder y destructor del Partido Conservador cubano.

El pluripartidismo es la manera racional que encuentra la sociedad actual de oponerse al despotismo del pensamiento único; es decir, la natural segmentación —en base a ideologías, a programas, a maneras de interpretar la tradición o de administrar un Estado— del espectro político de una sociedad libre; por eso hablar de "el partido" es incurrir en una grosera contradicción semántica.

Un partido no puede ser único —como el nazi, como el comunista— y seguir siendo propiamente un partido, es decir, una parte, un segmento de la totalidad política de un país. Un partido, por tanto, no puede existir sólo, a menos que denuncie, por su propia existencia, una escandalosa aberración: la hipertrofia grotesca de una parte con la consecuente usurpación de todas las demás.

El país donde se garantice —o se imponga— la existencia de un solo partido, significa —descontando la unanimidad que no suele darse en sociedades libres y que siempre es señal de opresión— que ese partido ha ocupado por la fuerza o por fraude la totalidad del espacio político. La democracia, pues, amén de la existencia de constitución y leyes que garanticen el ejercicio de los derechos fundamentales, no podría concebirse sin la plena participación de esas agrupaciones partidarias que segmentan la realidad política.

En Cuba, donde esta aberración del "partido único" ya dura más de cuadro décadas, el resurgimiento, aunque débil, de embriones de la sociedad civil, que empiezan a retoñar por las grietas de un sistema decrépito, ha dado lugar a la creación ya de algunos partidos políticos con estructuras precarias, con escaso o nulo acceso a los medios de información, sujetos sus líderes a acoso continuo y, en algunos casos, a encarcelamiento; pero con la suficiente articulación y reconocimiento internacional —en algunos casos— para que sean acreedores de una viabilidad política en el inevitable período de desintegración postcastrista (prefiero usar este término, al más usual de "transición", porque el término transición supone, o induce a pensar, en un cambio institucional ordenado e incruento, y no estoy tan seguro de que esto sea lo que, necesariamente, vaya a ocurrir en Cuba. De lo que estoy seguro es que el castrismo está en vías de desintegración, aunque dure diez años más).

En la mayoría de los casos, esos partidos que han aparecido en Cuba (enmascarados a veces bajo nombres de entidades políticas o "revolucionarias") o bien son reflejo de organizaciones cubanas surgidas en el exilio, a cuyos programas se sienten afines; o bien son las organizaciones del exilio las que amplifican o articulan un programa surgido en la Isla.

Que se produzcan estos vínculos políticos naturales que tanto inquietan a la dictadura —y pese a las voces disonantes de algunos que, por temores a la persecución o por aprensiones ridículas, quieren distanciarse de las agrupaciones del exilio— es un signo esperanzador de que el pueblo cubano, dentro y fuera, está actuando con mayor concierto y con un concepto más claro de nación.

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