www.cubaencuentro.com Jueves, 21 de octubre de 2004

 
  Parte 1/3
 
Remedio contra la alucinación
¿A quién consultó la Comisión para una Cuba Libre antes de redactar el informe que hizo público la Casa Blanca?
por ARTURO LOPEZ LEVY, Denver
 

Crecer implica más que envejecer. Es madurar, aprender de las lecciones del pasado, reflexionar sobre las consecuencias de nuestros actos con anticipación. En cierta forma implica entender que el tiempo importa y que cada una de nuestras acciones tiene lo que los economistas llaman un costo de oportunidad. Sin esos componentes, envejecer es un mero desperdicio de tiempo. Un tanto parecido ocurre con la política exterior de los Estados. Los países crecen, corrigiendo percepciones, diseñando alternativas más lógicas y viables, usando efectivamente el tiempo.

G. Bush
Colin Powell, George W. Bush, Mel Martínez.

El crecimiento económico, intelectual e institucional del mundo democrático liderado por EE UU garantizó su victoria en la pasada guerra fría frente a la parálisis comunista. Sí, tomó tiempo la apertura con China y el énfasis en la democratización y los derechos humanos que trajeron las administraciones Nixon, Ford y Carter. Sí, se perdieron varias décadas de hostilidad contraproducente, pero al final, como decía Churchill, EE UU, después de haber tratado todo lo demás, hizo lo correcto.

Lamentablemente, en el tema de Cuba, la política norteamericana insiste en ponerse vieja sin crecer. El grupo de cubanoamericanos que controla la política de este país hacia la Isla insiste de tiempo en tiempo en reciclar el mismo circo con diferente cartel. Este año ha sido el favor electoral para Mel Martínez —la Comisión para la Asistencia a una Cuba Libre. En aras de darle respetabilidad la han vendido como el informe Powell, pero que repite la vieja fórmula de cortar las remesas y los viajes, volviendo a las reclamaciones de propiedades y los tres días de venganza de Agustín Tamargo. ¡Pasen, señores pasen!

Afortunadamente, en Washington rige un sistema democrático y es posible expresar desde la sociedad y los sectores cercanos a la política exterior norteamericana, una crítica oportuna a lo que ha sido continuo: llover sobre mojado. En ese sentido, la reciente carta de un grupo de analistas políticos auspiciados por el Diálogo Interamericano no podía venir en mejor momento.

Ausentes y elegidos

América vota
Kerry y el voto cubano
JORGE SALCEDO, Cambridge
Nueva York: La alternativa de los republicanos
SAURO GONZáLEZ RODRíGUEZ
El falso Bush
ALEJANDRO ARMENGOL, Miami

Lo primero que impresiona de la carta son los firmantes. El documento fue redactado por un grupo de personalidades que incluye figuras con experiencia en la diplomacia norteamericana como el director de la organización Peter Hakim, y los ex subsecretarios de Estado Viron Vaky y William Rogers; personalidades internacionales como la canciller canadiense Bárbara Mc Dougall, el ex vicepresidente del Banco Mundial Shahid Javed Burki, y Pierre Schori, embajador de Suecia en la ONU e importante figura en Amnistía internacional; así como analistas de las relaciones Cuba-EE UU del mayor prestigio como el profesor de Harvard Jorge Domínguez, la vicepresidenta del Diálogo y profesora de la FIU, Marifeli Pérez-Stable, el director del programa Caribe del Diálogo, Daniel Erickson, y el profesor Lisandro Pérez, de la FIU. En conjunto, un elenco de primer rango por su prestigio político y su compromiso con los derechos humanos.

Si se cotejan los firmantes de esta carta con otros importantes trabajos de grupos y personalidades —demócratas o republicanas— como el Consejo de Relaciones Exteriores, el Instituto Cato, la institución Hoover y los académicos más destacados en el tema cubano, que en abrumadora mayoría abogan por un cambio de política hacia la Isla, se impone la pregunta: ¿A quiénes consultó la Comisión? ¿Quiénes fueron los autores de más de 400 páginas de retorno a la dinámica de soluciones impuestas desde fuera, con ignorancia absoluta, y a veces promoción, del riesgo de violencia y vacío de poder en el país?

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