www.cubaencuentro.com Jueves, 21 de octubre de 2004

 
  Parte 1/2
 
Ventajas del modelo cubano
Si los argentinos no están dispuestos a asumir un sistema sin elecciones libres, prensa crítica o piqueteros, ¿por qué callan ante los desmanes de Castro?
por MARCOS AGUINIS, Buenos Aires
 

La clamorosa recepción que se brindó a Fidel Castro durante su visita a la Argentina merece un análisis entusiasta. En el Congreso recibió la ovación más intensa por los mismos lúcidos legisladores que tiempo atrás aplaudieron el default, fue honrado por el Gobierno de la Ciudad (cuyo titular estaba en campaña reeleccionista), fue invitado a dar una conferencia en la Facultad de Derecho, fue seguido afanosamente por la prensa, fue recibido por el flamante Presidente en la audiencia más larga y fue celebrado por una concentración popular que bloqueó todo el centro de Buenos Aires. No cabe duda de que una significativa franja de la sociedad lo ama y admira.

Manifestación
Piquetes en Argentina: ¿permanecerán callados si se les liquida en 24 horas?

Esto coincide con lo que hace poco decidió el gobierno de Duhalde y ahora el de Kirchner: abstenerse en las Naciones Unidas respecto a la necesidad de investigar la violación de los derechos humanos en la Isla. Recordemos que no se trataba de condenar al gobierno de Castro, sino sólo de investigar qué sucede allí. Luego de infinitas denuncias que llegaron al colmo con el fusilamiento de tres personas jóvenes tras su intento de huir del país, y el encarcelamiento de decenas de disidentes, entre ellos un cuarto centenar de periodistas, era obvio que correspondía hacer una averiguación, por lo menos.

Al gobierno argentino no le pareció necesaria y olvidó que hace apenas veinte años nuestra sociedad clamaba por lo mismo. En esa época necesitábamos que viniesen comisiones investigadoras, como ahora las piden los cubanos perseguidos y amordazados. Rogábamos que llegasen en tropel: de la OEA, de las Naciones Unidas, de países europeos, de Estados Unidos. Pero los argentinos somos incoherentes e inestables, ¡qué le vamos a hacer!

Pese a la dictaduras padecidas, amamos a un dictador. Somos así. Claro, es un dictador que se dice socialista, cuyas picanas hacen cosquillas y cuyos fusilamientos mejoran la calidad de vida. Nada de lo horrible que él haga importa. Las denuncias sobre violaciones de los derechos humanos en Cuba son un invento de la CIA. Castro es un ídolo, una leyenda, el emblema del heroísmo y la noble lucha contra el imperialismo. Todo lo que hace está bien. Y si algo no gusta, no es su responsabilidad.

El camino más simple

Pregunto: si tanto se le admira, ¿por qué no seguir su modelo? Se supone que debe ser maravilloso. ¿Para qué imitar a Nueva Zelanda, Bélgica, Suecia, España, Canadá —países complicados, modernos—, si el modelo de Castro es más simple, movilizador y atractivo?

La Facultad de Derecho —según voceros entusiastas— se convirtió en la Plaza de la Revolución. Castro pronunció uno de sus discursos más breves, de apenas dos horas y media. Sabía que los argentinos aún no estamos entrenados para escucharlo durante ocho o más horas, como se hace en La Habana. Pero consiguió hacer delirar a las masas con sus anécdotas y proclamas seductoras. Es un buen remedio contra la tristeza y el desencanto.

El modelo de Fidel nos daría otras ventajas, supongo.

Por ejemplo, no habría debates estériles sobre las acciones del gobierno. Las críticas deberán desaparecer y, con eso, todos empujaríamos en la misma dirección. No habría que gastar neuronas ni saliva sobre los problemas de la sociedad, porque es tarea exclusiva de los funcionarios del régimen, que nunca se equivocan. Tampoco habría que elegir entre diversos diarios, noticieros, radios, revistas, porque habría lo mínimo indispensable, con noticias oficiales únicamente. De esa forma no tendríamos que dudar entre diversas fuentes ni afligirnos por las noticias derrotistas que inventan los enemigos del pueblo.

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