www.cubaencuentro.com Jueves, 21 de octubre de 2004

 
   
 
El falso Bush
América vota: ¿Una lucha entre ideales republicanos y demócratas o la necesidad de escoger a un mandatario capaz, honesto e inteligente?
por ALEJANDRO ARMENGOL, Miami
 

Hay en la historia de Estados Unidos un presidente honesto, que sacrificó su carrera política en beneficio del país. Su nombre es George Bush. Luego uno de sus hijos logró el mandato presidencial y, desde su época de aspirante a la presidencia, hizo todo lo posible por distanciarse de su progenitor.

G. Bush
Presidente norteamericano Bush, durante un mitin electoral en Colorado.

Los defensores de George W. Bush han abolido la genética: se han llenado la boca para decir que el actual mandatario norteamericano es heredero de Ronald Reagan y no de su padre biológico. Le han fabricado una descendencia espuria. Tratan de justificar las incongruencias de un político que simplemente responde a las grandes corporaciones, las firmas petroleras y la industria de armamentos, quien ha adoptado la ideología del sector republicano más fundamentalista y retrógrado para satisfacer su ambición personal.

El problema es que Bush hijo no es tampoco un heredero de Reagan: le falta carisma, capacidad de adaptación y el combinar la firmeza con la flexibilidad.

Los seguidores del presidente Bush caen en tres grupos, de fácil identificación: ilusos, fanáticos y aprovechados. ¿Quien que en verdad considere que la lucha contra el terrorismo no admite tregua puede seguir a un gobernante que es capaz de desviar recursos y la atención mundial en una guerra en favor del derrocamiento de un tirano que no estuvo involucrado en los atentados terroristas del 11 de septiembre, empeñando la credibilidad de la Casa Blanca?

¿Cómo es posible que los defensores del pueblo israelí apoyen a un mandatario amigo de la corrupta monarquía saudita, la cual ha invertido millones de dólares en alimentar el fundamentalismo islámico y destina cuantiosas sumas de dinero en inculcar en los niños árabes el odio al pueblo hebreo?

¿Es honesto el luchador anticastrista que defiende a capa y espada una administración que no hizo nada en favor de los disidentes cuando fueron reprimidos brutalmente, que mantiene vigente la política migratoria heredada de la época de Clinton y sólo le niega la visa a los artistas de la Isla para justificar su falta de acción contra el régimen de La Habana?

¿Se puede apoyar a un gobierno que limita los movimientos de quienes intentan realizar manifestaciones en aguas internacionales en favor de la libertad de Cuba?

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¿Es posible que todo aquel que considere seriamente los peligros de la proliferación nuclear se sienta satisfecho ante un mandatario que se hizo de la vista gorda cuando Pakistán perdonó al culpable de la venta de secretos y equipos para la fabricación de bombas atómicas a gobiernos tan peligrosos y bandidos como el de Corea del Norte?

'El partido soy yo'

El presidente Bush y sus seguidores pudieron engañar a una parte del electorado una parte del tiempo. Se ha demostrado que el inquilino de la Oficina Oval se negó a oír consejos, desestimó las amenazas y llevó a cabo una guerra injustificada contra Irak. Simplemente por empecinamiento y para satisfacer los objetivos de algunos ideólogos de su gabinete, los mismos que conversaron con Sadam Husein en el pasado; los que formaron parte de los consejos directivos de las compañías que se han beneficiado con los contratos otorgados luego de la guerra.

Desde la llegada de Bush al poder, el precio del petróleo mantiene una espiral inflacionaria. Su gobierno no ha hecho nada por impedirlo. No ha ejercido presión alguna sobre los principales países exportadores. El alza del precio del crudo beneficia a quienes llenan las arcas del terrorismo. No hay un presidente norteamericano que mejor convenga a los intereses de Hugo Chávez, en Venezuela, y a Fidel Castro en Cuba. Mientras los consumidores norteamericanos luchan por sacar los dólares extras para pagar por la gasolina, ambos gobernantes no tienen motivos para preocuparse.

El presidente Bush está enfrascado en una campaña perniciosa para su propio partido. Aspira a ser un mandatario absoluto. Sus acciones están dirigidas a que sus seguidores piensen que el "Partido Republicano es él": luego de Bush, el diluvio.

La estrategia de la campaña de Bush es catalogar de liberal al aspirante demócrata John Kerry. No puede ser más burda. Durante las elecciones primarias, los seguidores de Bush no ocultaron su satisfacción ante el avance de Howard Dean, ya que pensaban que sus credenciales liberales lo iban a convertir en un blanco fácil en la elección presidencial. Sólo que éste quedó rezagado desde el principio en las urnas.

Los votantes demócratas demostraron que no era suficiente con atacar a Bush. Se acerca el momento de la verdad, y a los estrategas republicanos parece bastarle con cambiar de nombre: donde dijeron Dean dicen ahora Kerry. No es tan fácil. Bush no ha demostrado ser el líder que este país necesita para enfrentar la amenaza terrorista y hacer avanzar la economía. No es una lucha entre ideales republicanos y demócratas. Es escoger a un mandatario capaz, honesto e inteligente.

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