Lo que hace sólo cuatro años habría sido impensable, hoy es parte de la cotidianidad: el Partido Demócrata tiene una oficina de campaña frente al restaurante Versalles, tradicional punto de reunión de los primeros exiliados, en su mayoría incondicionales del presidente George W. Bush y su partido.

Bush, Kerry: ¿Quién controlará la Florida?

Esa incursión en territorio republicano no se limita sólo a un local lleno de activistas y carteles: en julio, una encuesta del Instituto William C. Velásquez reveló que el 66 por ciento de los votantes cubanoamericanos respalda al presidente George W. Bush, un descenso significativo con respecto al 80-82 por ciento de las elecciones de 2000.

Ese año, los exiliados se vengaron de la decisión del gobierno demócrata de Bill Clinton de permitir el retorno a Cuba del niño náufrago Elián González y votaron masivamente a favor de Bush, dándole un respaldo decisivo para su victoria frente a Al Gore por sólo 537 votos de diferencia en la Florida.

Otra encuesta, del Centro de Investigaciones Pew, reveló que entre 2002 y 2004 los republicanos perdieron dos puntos porcentuales entre los cubanoamericanos de todo el país registrados para votar, mientras que los demócratas ganaron tres puntos porcentuales en ese grupo.

A la caza del voto cubano

Un folleto, en la oficina demócrata frente al Versalles, busca capitalizar el poder político de la comunidad: "George W. Bush recibió aproximadamente doscientos cincuenta votos más de los cubanoamericanos que Al Gore. Es claro que ayudamos a poner a George Bush en la Casa Blanca y, como resultado de su política fallida, vamos a ayudar a traer un nuevo liderazgo al país".

El volante llama a convertirse en un capitán de "Cubanos con Kerry", o sea, un activista político en aras de que el senador derrote a Bush el 2 de noviembre.

En una reñida e intensa campaña política que ha polarizado opiniones de una manera que pocos recuerdan en Estados Unidos, cada voto cuenta, y la Florida vuelve a ser un estado decisivo.

Tanto demócratas como republicanos han cortejado vehementemente el voto de la comunidad cubanoamericana. Los medios de comunicación en castellano trasmiten un aluvión de mensajes propagandísticos, varios de ellos dirigidos específicamente a los cubanos de Miami (en uno se acusa a Kerry de votar contra la Ley Helms-Burton). La campaña de Bush ha invertido más de cuatro millones de dólares en propaganda en español, y Florida es el principal blanco publicitario de toda la nación.

Las estadísticas no especifican qué por ciento del voto hispano en el estado corresponde a cubanoamericanos. Se cree que hay alrededor de 450.000, sin contar los que se inscribieron en el padrón electoral antes de que venciera el último plazo, a inicios de octubre. Los nuevos votantes registrados son la gran incógnita del voto cubanoamericano en estas elecciones.

El ex secretario de Vivienda de Bush, Mel Martínez, quien compite en los comicios del 2 de noviembre con la demócrata Betty Castor por un puesto en el Senado, reconoció que su partido ha perdido terreno.

"El voto republicano cubanoamericano se debilitaría pero es un sólido bloque electoral enfocado en temas cubanos", declaró recientemente el político, que de ganar se convertiría en el primer senador hispano en la historia de Estados Unidos.