www.cubaencuentro.com Martes, 02 de noviembre de 2004

 
   
 
La venezuelización de Uruguay
Tabaré Vázquez se acerca al poder: ¿Caos o crecimiento? ¿El ejemplo de Chávez o el de Ricardo Lagos?
por CARLOS ALBERTO MONTANER, Madrid
 

Este 31 de octubre la mayoría de los uruguayos puede cometer un error fatal. En esa fecha, según todas las encuestas, Tabaré Vázquez, un médico oncólogo de trato y sonrisa amables, popular ex alcalde de Montevideo, debe ganar holgadamente la primera vuelta. Es posible, incluso, que sobrepase el 50 por ciento de los votos y sea declarado presidente sin más trámite.

T. Vázquez
Tabaré Vázquez: ¿Cambio o retroceso?

¿Dónde está el peligro? El problema no es Vázquez sino quienes lo rodean. Vázquez preside el Frente Amplio, una coalición de grupos de izquierda en la que sobresalen los tupamaros, hoy una organización política de corte marxista y fiero radicalismo oral.

En los años sesenta, los tupamaros, alentados desde Cuba, recurrieron al terrorismo, los secuestros y los asesinatos. Con bastante justicia, se les acusa de haber provocado con sus acciones el golpe militar que a principios de los setenta liquidó la ejemplar democracia uruguaya e instauró un repulsivo régimen castrense caracterizado por los atropellos y los crímenes de Estado.

Ese atemorizante entorno de Vázquez, es cierto, renunció a la violencia, pero no evolucionó, como el Partido Socialista chileno tras la caída de Salvador Allende, hacia la moderación y la firme defensa de las formas democráticas y la economía de mercado. Por el contrario, se quedó instalado en el viejo y rencoroso discurso antimercado y antioccidental de mediados del siglo XX, perdidamente populista, ahora revitalizado por la antiglobalización, lleno de admiración por la Cuba de Castro y por la Venezuela de Hugo Chávez.

Por qué los extremistas uruguayos se identifican con el modelo venezolano del coronel Chávez y no con el Chile de Ricardo Lagos, es un misterio insondable que no se puede descifrar racionalmente. Venezuela es un país caótico, devastado por la inflación, la corrupción, el desempleo y la miseria, con un sesenta por ciento de sus habitantes colocados bajo el umbral de la pobreza, pese a sus petrodólares, males que se han agravado de manera alarmante en los cinco años de gobierno chavista, mientras en Chile sucede exactamente lo contrario.

El ejemplo de Chile

La nación se ha colocado a la cabeza de América Latina, con un Purchase Power Parity anual de unos 10.000 dólares per cápita, lo que la coloca a las puertas del grupo de países del primer mundo, destino que probablemente alcance en la próxima década.

En efecto, en los últimos 14 años, desde la instauración de la democracia, la pobreza chilena se ha reducido del 42 al 18 por ciento, mientras todos los indicadores socioeconómicos señalan un aumento de la cantidad y calidad de los servicios públicos que recibe la población —educación, salud, asistencia alimentaria—, junto a un enorme incremento del ahorro nacional, recogido en las AFP o cajas de jubilación, paralelo a un bajísimo nivel de inflación.

Chile, este año, aun cuando el país carece de petróleo, registrará un crecimiento de un 5,5 por ciento y una balanza comercial positiva de más de 7.000 millones de dólares, sobre unas exportaciones generales cercanas a los 30.000 millones.

¿Cómo ha ocurrido ese "milagro chileno"? Ha ocurrido con una fórmula que rechazan los llamados "revolucionarios latinoamericanos", esa cabecidura especie, privada por la naturaleza de la facultad de observar y sacar conclusiones razonables: mediante un ciclo largo de trabajo duro, ahorro, inversión, respeto por la ley, preponderancia de la sociedad civil en el terreno económico, libre mercado, apertura al comercio, honradez en la administración del Estado, educación, formación de capital social y humano e integración a las redes financieras y comerciales del mundo desarrollado.

Chile ha firmado acuerdos de libre comercio con Estados Unidos, la Unión Europea y los gigantes asiáticos. Se excluyó discretamente, eso sí, del Mercosur, porque advirtió que el objetivo de ese acuerdo no era integrar al mundo a quienes participaban, sino protegerlos de la competencia, a costa de perjudicar a los consumidores locales.

Si los uruguayos, en fin, optan por la venezuelización del país, como desea una buena parte de los seguidores de Tabaré Vázquez, van a lograr algo parecido a lo que Chávez ha conseguido en Venezuela: una sociedad dividida y crispada, con un alto número de emigrantes, cada vez más pobre y desesperanzada. Naturalmente, Uruguay podrá proclamar con fiero orgullo que está en medio de una profunda revolución social. Y será verdad: así son las revoluciones. Que se lo pregunten a los venezolanos.

* Publicado por Cuba Liberal

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