El poeta y periodista independiente Raúl Rivero dijo a la agencia de noticias EFE que la represión contra el "Grupo de los 75" se debió al "temor del gobierno a que subiera la efervescencia interna y después no tuviera cómo detenerla". Luego agregó: "No había temor a que estos grupos (de oposición) fueran a derrocar la revolución, sino a que siguiera eso y que después hubiera que hacer una represión masiva, mayor".

Zapatero a Noriega: 'Las excarcelaciones son un triunfo de todos los demócratas y un demérito de ninguno'.

La lucidez de este análisis escapa a muchos en Miami. Especialmente a los comentaristas y oyentes de buena parte de la radio del exilio. Para ellos, la lucha contra Fidel Castro no se diferencia de las historietas cómicas de la época de la Guerra Fría: aguerridos comandos anticomunistas luchando contra las fuerzas del mal.

La explicación de la represión como profilaxis no debe verse como un atenuante de ésta. Mucho menos asociarla a una justificación de los encarcelamientos ocurridos en 2003, al considerarlos un mal menor. Lo que expresa Rivero es su interés de que se conozca en el extranjero el funcionamiento de una maquinaria intimidatoria que ha permitido la permanencia de un régimen, a punto de cumplir 46 años.

El comentario del escritor disidente sirve además para intentar un debate más amplio, sobre las implicaciones que las liberaciones de algunos opositores tienen para el futuro de Cuba, la situación política en la Isla y las posibles alternativas que se mueven en el terreno nacional e internacional.

Vivir del error. Sacarle lascas al horror. El régimen castrista se bañó en la represión y el gobierno norteamericano salpica con dólares a los que aquí repiten las bondades de una estrategia caduca. Cuba puso los presos. Washington el dinero para atenuar la divulgación de alternativas que cuestionen la validez de una tesis que se alimenta en la añoranza. A la venta el futuro cubano. Basta con repetir que la administración de George W. Bush está dando pasos firmes para lograr la liberación de la Isla.

Cuando surge una voz disidente, hacer lo posible por desprestigiarla. En ambos lados del Estrecho de la Florida. Pasarle la cuenta. Exigir la ortodoxia. Cualquier desviación de la línea trazada desde los micrófonos de un estudio con aire acondicionado debe ser combatida. Todo aquel que intente exponer un pensamiento independiente en la Isla, encarcelado.

Hay que partir del entendimiento de que las condenas a los disidentes tuvieron un alcance mayor que el encarcelamiento de un grupo. Esto es, que cumplieron el objetivo de sofocar la ampliación de un movimiento que lentamente comenzaba a ser conocido en la población. Al mismo tiempo, trataron de limitar o liquidar a una oposición que ganaba apoyo en el plano internacional, y que empezaba a lograr cada vez mayor preponderancia entre los factores a tener en cuenta de cara al futuro.

Hay que aclarar que este apoyo se ha manifestado de diversas formas y no todas positivas, como puede ser un vínculo demasiado estrecho con el gobierno norteamericano. A partir de todas estas consideraciones, no se puede ser muy optimista. La puesta en libertad de un reducido número de opositores enfermos —que no son personas jóvenes— obedece en primer lugar al cumplimiento de las metas trazadas por la inteligencia cubana, y a la necesidad de pasar a una segunda fase de la acción represiva.

De la vejación a la tortura

El análisis anterior es, sin embargo, incompleto sin tener en consideración la arena internacional y los aspectos de percepción, tanto hacia el régimen como hacia la disidencia. Es decir, el rechazo mundial a las condenas y lo que esto ha implicado para la imagen internacional que el gobierno de Fidel Castro intenta preservar.

Madrid ha sabido aprovechar una posibilidad mínima —ya en marcha—para ayudar a la liberación de los opositores. No se le puede negar su función de catalizador de un proceso que no ha originado, pero al cual ha sabido canalizar en favor de una causa justa. Un papel que es a la vez humanitario y político.