www.cubaencuentro.com Domingo, 02 de enero de 2005

 
  Parte 1/2
 
Las relaciones de la Unión Europea con Cuba
Dialogar con el gobierno e intensificar el apoyo a los disidentes: Opinión de un grupo de parlamentarios y políticos europeos.
por MARKUS MECKEL, Bruselas
 

Para los observadores, las manifestaciones actuales de Kiev recuerdan el espíritu de los levantamientos de 1989 y 1990, que señalaron el amanecer de una nueva era de libertad en Europa. Pero hoy, 14 años más tarde, los sistemas autoritarios y las dictaduras siguen existiendo, lo que nos obliga a plantearnos la cuestión de cómo tratar adecuadamente con ellos. Para la Unión Europea, este problema no sólo surge en Europa, sino también en sus actividades en todo el mundo. Mientras la atención de mucha gente se centra ahora en Ucrania y Bielorrusia, no debemos perder de vista los acontecimientos en Cuba.

J. R. Zapatero
Rodríguez Zapatero, presidente del gobierno español, y autor de la 'nueva política' hacia Cuba.

La experiencia de la guerra fría demuestra que los bloqueos o el aislamiento directo endurecieron las actitudes. La política de distensión y el proceso de la Conferencia sobre la Seguridad y la Cooperación en Europa fueron bien acogidos por la gran mayoría de la gente en el bloque oriental, porque sintió rápidamente sus ventajas: más contactos, encuentros e información. La expansión de las relaciones comerciales también puede conducir a una sociedad más abierta a largo plazo, y lo mismo puede decirse del fomento de los contactos académicos.

Las esperanzas occidentales de un "cambio por medio del acercamiento" en sus tratos con los antiguos regímenes del bloque oriental tenían solamente un fallo. El cambio estaba concebido solamente como un cambio "desde arriba hacia abajo". En este concepto no tenían cabida los nuevos actores políticos que estaban surgiendo dentro de la sociedad. De hecho, se les contemplaba con frecuencia como un factor de inestabilidad y se les daba de lado.

Los antiguos disidentes, no solamente Solidaridad de Polonia, tienen mucho que contar sobre este tema. Actualmente hay mucho que aprender de estos errores del pasado: todo lo que promueva los contactos, los encuentros y el flujo de información hacia la sociedad debe fomentarse. Pero por encima de eso, es importante dar un respaldo concreto a las fuerzas democráticas internas de la sociedad y a la oposición democrática en el exilio, porque son las élites del futuro.

Tomemos el ejemplo de Cuba: desde 1959, Fidel Castro se ha atrincherado en su posición de autócrata vitalicio. Suprime toda disidencia. Pero sigue habiendo oposición, si bien consiste en disidentes individuales o pequeños grupos de activistas. Un buen ejemplo es el Proyecto Varela, lanzado por Oswaldo Payá, que, invocando los derechos constitucionales del pueblo cubano, ha recogido 35.000 firmas para solicitar que la protección de los derechos humanos y de participación se incluya en el programa de la Asamblea Nacional de Cuba. Como resultado de esta campaña, muchos activistas que participaron en el Proyecto Varela fueron sentenciados a largas penas de cárcel durante una oleada de represión en marzo de 2003. (En muchos casos, simplemente porque fueron acusados de mantener contactos con personal de la embajada estadounidense).

Aunque la UE estaba a punto de aumentar la cooperación al desarrollo, su respuesta fue clara e inequívoca. Condenó la represión, exigió la liberación de los presos políticos no violentos y empezó a contemplar con escepticismo la conclusión de un Acuerdo Cotonou.

Los contactos políticos de alto nivel y los principales proyectos culturales se archivaron. Desde entonces, como gesto simbólico, se ha invitado a los disidentes a asistir a las recepciones ofrecidas por las embajadas de la UE en las diversas fiestas nacionales. Estas medidas provocaron una furiosa reacción del Gobierno de Castro. Rechazó toda la ayuda al desarrollo de los países de la UE, retiró su solicitud para adherirse al Acuerdo Cotonou e impuso restricciones a los diplomáticos europeos.

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