www.cubaencuentro.com Viernes, 22 de abril de 2005

 
   
 
Benedicto XVI, el Papa de la discordia
¿Qué hereda el seguidor y cerebro del pontificado de Juan Pablo II?
por RONALDO MENéNDEZ, Madrid
 

Intentar decir quién es Joseph Ratzinger o qué va a hacer mañana, cuando menos, resulta pretencioso e ingenuo. Una cosa era el teólogo prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y otra debería ser el hombre investido Sumo Pontífice. Al decir del cardenal belga Godfried Danneels: un Papa no es un teólogo, es más que un teólogo, es un hombre que debe echar raíces en la fe de la Iglesia universal, por tanto, Ratzinger ya no seguirá siendo el guardián de la doctrina de la fe. Pecar es humano, y Danneels peca de optimista.

Benedicto XVI
Benedicto XVI, en su primera aparición pública.

Resulta saludable hacer una proyección del debutante Benedicto XVI, basándonos en su historial eclesiástico. Para pisar tierra firme hay que partir de su muy estrecho vínculo con su antecesor Juan Pablo II. Si aceptamos la tan comentada hipótesis de la continuidad que representaría Ratzinger, existen motivos para preocuparse. Porque Juan Pablo II quizá no fue el más grande pontífice del siglo XX, pero sí el más contradictorio.

El 17 de octubre de 1979, el profesor y teólogo Hans Küng publicó un balance del primer año de pontificado de Juan Pablo II donde criticaba sus contradicciones. Meses después, dicho artículo provocó que se le retirara la autorización eclesiástica para enseñar como teólogo católico. La intransigencia implícita en tal reacción constituye un paradigma de las propias contradicciones que Küng criticaba: la política exterior de Juan Pablo II exigía conversión, reforma y diálogo, mientras su política interior siempre apuntó a la restauración del status quo ante el Concilium y la negación del diálogo intereclesiástico.

Un rosario de contradicciones y conflictos

¿Qué hereda el seguidor y cerebro del pontificado de Juan Pablo II, Joseph Ratzinger? Un rosario de contradicciones y conflictos que, sin dudas, apuntan a una crisis de la Iglesia Católica. Téngase en cuenta que la responsabilidad entre Ratzinger y Wojtyla ha sido históricamente compartida, de modo que lo que afirmemos aquí de este último, constituye nuestro más firme terreno —quizá incluso la única vía— para hacer una proyección sólida de Benedicto XVI.

Ese Juan Pablo II que defendía públicamente los derechos humanos, al interior de la Iglesia desconocía la separación de poderes según los más rancios preceptos del Derecho Canónico medieval. La consecuencia es un episcopado servil y una lamentable situación jurídica interna: quien litigue contra una instancia eclesiástica superior no tiene prácticamente ninguna posibilidad de que se le haga justicia. Otro punto: siendo favorable a muchas mujeres católicas tradicionales, el Juan Pablo admirador de la Virgen María y predicador de ideales femeninos, niega el sacerdocio a las mujeres y las excluye de las órdenes superiores. Además, al incluir la anticoncepción dentro de la "cultura de muerte", induce insolubles conflictos de conciencia y éxodos de católicas modernas hacia otras religiones.

Un Papa que reitere su postura contra la píldora y el preservativo, al tiempo que predica en contra de la pobreza en el mundo, tiene mucha responsabilidad en el crecimiento demográfico descontrolado, que es una de las causas de dicha pobreza. Ferviente propagandista del sacerdocio masculino, pero a la vez del celibato represivo. La consecuencia es la crítica escasez de curas en muchos países, además de la doble moral e incluso la inmoralidad de los escándalos de pedofilia en el interior del clero.

Del mismo modo en que Pío XII marginó y persiguió a los teólogos más importantes de su tiempo, Juan Pablo II y su ideólogo Ratzinger han perseguido y excluido de todo debate, entre otros, a Schillebeeckx, Boff, Bulányi, Curran, al obispo de Gaillot (de Evreux) y al arzobispo Huntington (de Seattle). El resultado es una Iglesia plagada de informantes internos, denunciantes y temor a la libertad de criterio, modernización e interpretación de la fe.

Mucho ecumenismo de boca para afuera, pero hasta hoy siguen hipotecadas las relaciones con las iglesias reformistas y ortodoxas, impidiendo el reconocimiento de sus sacerdotes y la comunidad eucarística entre evangélicos y católicos. El entendimiento ecuménico quedó bloqueado a partir del Concilio Vaticano II, desconociéndose incluso hoy la hospitalidad eucarística.

1998: El actual Papa y la situación de Cuba
Unos días después del viaje del Papa Juan Pablo II a Cuba, el cardenal Joseph Ratzinger declaró a la prensa española: "La intención inmediata del Papa [durante su viaje a la Isla] era pastoral y no política, pese a las especulaciones; pero está claro que la fe tiene repercusiones políticas. El Papa fue a Cuba para hacer presente la fe allí, después de una larga ausencia cumpliendo su programa de pontificado. Ha querido transmitir el mensaje de que los regímenes marxistas no deben tener miedo a la entrada de Cristo, porque Cristo no destruye nada que sea justo ni limite la libertad. Este es un mensaje válido para toda Latinoamérica".
"No iba a crear un partido político, porque su reino es de otro nivel. En un país tan especial como Cuba, el Papa ha tratado de abrir la puerta a Cristo para demostrar que no es un adversario político. Por otro lado, estamos convencidos de que, para que Cuba recupere la normalidad, la cuestión interna es importante, pero también depende de la comunidad internacional, especialmente de EE UU. Creemos que los obispos católicos de allí van a hacer todo lo posible para que se termine el embargo". (Noticias de Navarra, España, 2 de febrero de 1998)

El panorama del que es corresponsable Joseph Ratzinger ha sido claramente definido por Hans Küng: "Para la Iglesia Católica, este pontificado (el de Juan Pablo), a pesar de sus aspectos positivos, se revela como un desastre. Un Papa declinante que no abdica de su poder, aunque podría hacerlo, es para muchos símbolo de una Iglesia que tras su rutilante fachada está anquilosada y decrépita. Si el próximo Papa (Benedicto XVI) quisiera seguir la política de este pontificado, no habría sino de potenciar aún más la monstruosa acumulación de problemas y haría casi insuperable la crisis estructural de la Iglesia Católica".

Los primeros pasos de Benedicto XVI

No ayudan a un pronóstico optimista ciertos primeros síntomas en los pasos de Benedicto XVI. Antes de comenzar el breve cónclave que lo eligiera, Ratzinger pronunció una homilía que ha sido calificada por algunos teólogos como más próxima al Concilio de Trento (1545-1562) que al Concilio Vaticano II, lo cual reafirma su línea medieval y antirreformista. Su primera misa como pontífice fue oficiada en rancio latín, y posteriormente Benedicto XVI tuvo a bien acercarse a la sede de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Muy simbólico ¿En qué consiste dicha institución? En el año 1981 Juan Pablo II nombró a Ratzinger para dirigir esta Congregación, heredera directa del Santo Oficio, encargada de vigilar el dogma católico desde la más absoluta verticalidad.

En aquellos años ochenta, el primer documento publicado por Ratzinger como prefecto se tituló Sobre algunos aspectos de la Teología de la Liberación. Aunque las disputas fueron principalmente sobre cuestiones teológicas y administrativas, los argumentos de Ratzinger tuvieron repercusiones importantes en la condena de Juan Pablo II a los sacerdotes que se involucraron en revoluciones políticas en América Latina.

Sobre el ecumenismo, y comentando el texto Dominus Iesus, Ratzinger declaró en el año 2000 que "la idea de que todas las religiones son igualmente válidas para la salvación de sus seguidores es difusa", y rechazó la influencia del "relativismo" en la opinión pública católica. Luego siguieron extravagantes declaraciones, como aquella de que la música rock merece rechazo por ser "expresión de pasiones primitivas".

Afín a Juan Pablo II, Ratzinger nunca ha dado síntomas de flexibilizarse ante la compleja realidad del Occidente moderno ni ante los reclamos de Oriente, que cada vez define más los rumbos del porvenir. Ni tampoco con el deseo de africanización que vislumbró Pablo VI, asumiendo los anhelos cristianos de ese continente cultural, o de los cristianos amerindios, indios, chinos y japoneses, aceptando su manera de integrarse a la Iglesia.

Las realidades latinoamericanas nunca han estado más lejos del pontificado como ahora. El analfabetismo, las enfermedades venéreas y el SIDA, el sincretismo con religiones autóctonas, el descontrol de la natalidad, demandan mucho más que un Papa intelectual y teólogo. Hechos y reformas son imprescindibles.

Muchos, incluso cardenales electores, han querido ver en Benedicto XVI a un Papa de transición. Triste consuelo, este de erigir la cabeza de la Iglesia Católica con miras a su fallecimiento. Por otro lado, se puede llegar fácilmente a más de noventa años con las técnicas médicas modernas.

Más allá de especulaciones, dos hechos y no palabras esclarecen el panorama. Primero: la elección como pontífice de Joseph Ratzinger significa una opción altamente conservadora, reaccionaria y poco beneficiosa para la institución eclesiástica, que cada vez pierde más fieles. Por último, el camino a seguir por Benedicto XVI no deja espacio al conservadurismo sin inducir a un situación crítica de la Iglesia en los años venideros. Bienaventurados los que esperan un milagro.

EnviarImprimir
 
 
En Esta Sección
El nuevo demonio se llama Derbez
GILBERTO CALDERóN ROMO, México D.F.
Totalitarismo y cultura
ALEJANDRO ARMENGOL, Miami
Abel después de Caín
LUIS MANUEL GARCíA, Madrid
Editoriales
Sociedad
Cultura
Internacional
Deporte
Opinión
Desde
Entrevista
Buscador
Cartas
Convocatorias
Humor
Enlaces
Prensa
Documentos De Consulta
Ediciones
 
Nosotros Contacto Derechos Subir