www.cubaencuentro.com Martes, 17 de mayo de 2005

 
  Parte 1/3
 
Ser cubano, ¿o no?
Chovinismo, patria portátil y bandera de repuesto: ¿Cómo se conjuga el patriotismo con la epidemia trasnacional de los últimos años?
por LUIS MANUEL GARCíA, Madrid
 

Como decía Theodor Heuss, "cada pueblo tiene la ingenua convicción de ser la mejor ocurrencia de Dios", y los cubanos no somos la excepción, sino casi la regla.

E. España
Cola en la Embajada de España en La Habana: Buscando amparo de la 'madre patria'.

Si los norteamericanos se vanaglorian de sus inventos, nosotros nos jactamos de estar, multitudinaria y permanentemente, "inventando". Frente al humor inglés, el relajo criollo; sabrosura versus sex apeal; guara versus charme; estar en talla versus glamour; agilidad mental versus pensamiento abstracto —como bien decía el cura español recién llegado a la Isla, cuando él pronunciaba "Dios te salve, María", ya los cubanos estaban "entre todas las mujeres"—.

Más astutos, simpáticos, calientes, ingeniosos y creativos que el resto de la humanidad, incluso los cubanos que desconocen las ciencias jurídicas se pasan la vida "legislando". Siendo su mejor ocurrencia, el Creador lleva casi medio siglo estimulando no nuestra huida, sino nuestra persistente invasión al resto del planeta, donde toda la especie aguarda impaciente por la oportunidad de parecerse a nosotros.

Ser cubano es algo más difícil de definir que ser "natural de la Isla de Cuba". Hay cubanos nacidos en Oklahoma o Sebastopol; y noruegos de Coco Solo. Hay cubanos desteñidos, rellollos y cubanazos, el doble nueve de la cubanidad. Cubanos vocacionales, cubanos profesionales y cubanos amateurs, pero la mayoría somos cubanos involuntarios, con frecuencia crónicos, inmunes a los planes de reeducación. Aunque ser cubano, para asombro de muchos compatriotas, no es ni más ni menos que ser australiano, chileno o griego.

Ser cubano no es fácil de definir, pero es fácil de percibir: ninguno intentará disimular su nacionalidad. Por el contrario. Algunos lo confirman con el mismo énfasis que otros emplean para anunciar un máster en Harvard o un doctorado. El chovinismo del cubano es exotérmico: capaz de echar rodilla en tierra para defender los mangos del Caney, la playa de Varadero y las virtudes del personal, tan pronto desaparece el allien, no duda en reconocer (inter nos) que "este país es una mierda" y "si por mí fuera, me iría mañana mismitico para la Cochinchina".

Basta recordar que en tiempos recientes dos millones han pasado de las palabras a los hechos. Pero el cubano no emigra solo. Se lleva su patria portátil, no intenta aplatanarse (aunque a veces, contra sí mismo, lo consiga) y cuida sus nostalgias como a un animal doméstico.

A la caza de otra bandera

La complejidad y pluralidad semántica contrastan con el pedigrí del término "cubano", porque hace dos siglos existían apenas los protocubanos en estado embrionario, y Cuba, en tanto que nación, quedaba aún a un siglo de distancia.

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