www.cubaencuentro.com Viernes, 29 de julio de 2005

 
  Parte 1/4
 
La mentira más grande
Desde el 26 de julio de 1953, Cuba ha padecido una larga saga de tergiversaciones, omisiones y promesas incumplidas, cuya mentira más grande es la revolución misma.
por LEONARDO CALVO CáRDENAS, La Habana
 

Pocos meses después que Fidel Castro prometiera inundar el país con más de nueve millones de equipos electrodomésticos, prodigándose en elogios para las garantías que, según sus propias palabras, ofrecía el sistema eléctrico nacional para tal propósito, lo que recibió el país fue una inmisericorde tanda de interrupciones del fluido eléctrico (apagones). Esto ha obligado a los funcionarios directivos del ramo a reconocer el colapso casi generalizado de las capacidades de generación instaladas y ha dejado a los cubanos como al protagonista del cincuentenario bolero: "abandonados en las tinieblas de la noche…" y el día.

C. Moncada
Caso 'Asalto al Moncada': ¿la primera mentira?

A estas alturas podemos aprovechar la tórrida penumbra de este verano para recapitular sobre el trasiego y las manipulaciones que el alto liderazgo revolucionario ha hecho con la verdad por más de cincuenta años.

Todo comenzó bien temprano: los jóvenes revolucionarios convocados en el verano de 1953 para asaltar el Cuartel Moncada —a la sazón segunda fortaleza militar del país— llegaron a la ciudad de Santiago de Cuba sin imaginarse siquiera lo que iban a protagonizar. Tan grave situación, así como la explicable reacción de algunos de los atónitos encartados produjo los primeros prisioneros de la muy incipiente revolución. De hecho, los pocos que se negaron a participar fueron rápidamente retenidos en el mismo lugar de acuartelamiento.

Algunos grandes mitos matizaron el camino de los revolucionarios hacia el poder. Históricamente se ha asumido que los guerrilleros de imagen romántica y celestial derrotaron al régimen autoritario y represivo de Fulgencio Batista por la violencia. A la distancia del tiempo queda claro que aquel poderoso ejército decidió no enfrentar el peligro de morir en una guerra que consideraban inútil y unos pocos cientos de barbudos mal armados alcanzaron su victoria, sin que miles de sus bien armados y entrenados adversarios salieran siquiera de sus cuarteles.

Por su parte, el destacado periodista Miguel Ángel Quevedo, por aquellas fechas director de la revista Bohemia, antes de suicidarse reconoció que la increíble cifra de veinte mil cubanos muertos en aquel enfrentamiento fratricida no fue más que una irresponsable e inflada elucubración propagandística de su autoría.

Desde el primer día

Al triunfar la insurrección, y por cierto tiempo, el máximo líder juró y perjuró que ni él ni su revolución eran comunistas, pero desde el primer día utilizó la experiencia política y orgánica del viejo Partido Comunista como instrumento para estructurar su control político, hasta que un día de abril de 1961, en la espiral de una desenfrenada coyuntura de confrontación con el que sería su sempiterno enemigo —Estados Unidos—, declaró socialista, por siempre jamás, esa revolución que comenzó siendo "verde como las palmas".

El 3 de marzo de 1960 dos explosiones estremecieron La Habana hasta sus propios cimientos, tiñeron de sangre el puerto de la ciudad y sembraron de luto el alma de la nación.

El estallido del vapor francés La Coubre, que traía desde Europa gran cantidad de armas y explosivos, es una tragedia que se acrecienta por la irresponsabilidad gubernamental de hacer manipular el peligroso cargamento en un lugar tan populoso y por manos inexpertas. De la tragedia, quedaron la triste secuela de dolor y muerte, la fotografía más famosa del mundo —esa del Che Guevara—, aquella consigna de "Patria o Muerte" y una acusación tan vehemente y sostenida como ímproba: desde aquel día el alto liderazgo de la Isla asegura que el siniestro fue producto de un sabotaje de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA).

1. Inicio
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3. En la escaramuza...
4. Sin embargo...
   
 
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