www.cubaencuentro.com Viernes, 09 de septiembre de 2005

 
  Parte 2/2
 
Tres hipótesis sobre una dictadura
Populismo, comunismo y castrismo: ¿Está condenada la sociedad cubana a vivir sin instituciones democráticas?
por RAFAEL ROJAS, México D.F.
 

Aunque sutil, la diferencia entre esta hipótesis y la anterior no es despreciable. Draper, por ejemplo, pensaba que castrismo y comunismo no eran exactamente lo mismo, ya que el primero se nutría de herencias simbólicas más afines al populismo latinoamericano que al marxismo europeo o asiático. Horowitz y otros autores, en cambio, pensaban que aun cuando el castrismo tuviera su propia consistencia ideológica y su propio diseño institucional, en plena Guerra Fría, era insostenible sin el comunismo internacional.

La hipótesis Montaner

La tercera hipótesis es la que intenta localizar los orígenes del totalitarismo en la cultura política de la Isla y su entorno latinoamericano. Esa cultura, deficitaria en términos republicanos y liberales, dado el largo régimen colonial y católico español, estaba tan impregnada de caudillismo, militarismo e intolerancia que creaba un caldo de cultivo favorable a la implantación de un gobierno antidemocrático y anticapitalista.

Son muchos los autores que han manejado esa hipótesis, con mayor o menor énfasis: José Manuel Hernández, Marifeli Pérez-Stable, Damián Fernández, Julián B. Sorel, Velia Cecilia Bobes… Sin embargo, algunas de sus exposiciones más agudas y convincentes se deben a Carlos Alberto Montaner en libros de los años ochenta y noventa como Fidel Castro y la Revolución Cubana y Viaje al corazón de Cuba.

Y aquí me permito una breve digresión. El anticastrismo y el anticomunismo cubanos, que tampoco son exactamente lo mismo, han producido y producen, al igual que la "Revolución" y el "Socialismo", mucha mala literatura política. Entre la montaña de papeles acumulados en cuatro décadas de exilio y oposición, y como continuidad de las mejores piezas del género escritas por intelectuales republicanos (Jorge Mañach, Gastón Baquero, Lino Novás Calvo, Herminio Portell Vilá…), la voluminosa obra de Carlos Alberto Montaner se distingue por su lucidez y su coherencia.

Castrismo, comunismo y populismo

De modo que tenemos tres hipótesis: la Draper, la Horowitz y la Montaner. Tomadas en conjunto, se advierte que así como la tercera es perfectamente compatible con las dos primeras, éstas, a su vez, son sutilmente contradictorias. Históricamente hablando, sólo caben cuatro posibilidades: Fidel Castro, o ha sido comunista desde el principio, o se hizo comunista por el camino, o alguna vez lo fue y dejó de serlo o nunca lo ha sido y usó y todavía usa, a veces, el comunismo para apuntalar ideológica e institucionalmente su dictadura.

El debate entre estas hipótesis sería bizantino y propio de historiadores ociosos si no determinara, en buena medida, las estrategias discursivas del exilio y la oposición cubanas. A casi quince años de la desintegración de la Unión Soviética y la caída del comunismo, el castrismo persiste, aunque cada vez más dependiente de los soportes simbólicos del populismo latinoamericano: nacionalismo, antiamericanismo, estatalismo, caudillismo… En este sentido, a la oposición y al exilio cubanos les conviene más un discurso anticastrista basado en una crítica convincente del populismo latinoamericano y no aferrado al lenguaje anticomunista de la Guerra Fría.

Replanteadas hoy, y desde una constatación de las demandas intelectuales de la oposición y el exilio cubanos, las hipótesis más vigentes serían la Draper y la Montaner. Sólo habría que restarles algo del fatalismo que contienen, no por ausencia de ponderación de sus autores, sino por el acento que le imprimimos sus lectores: ni Fidel Castro, con todo su talento autoritario, es capaz de controlar totalmente la sociedad cubana, ni esa sociedad, como cualquier otra sociedad latinoamericana, está condenada, por su cultura, a vivir sin instituciones democráticas.

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