www.cubaencuentro.com Viernes, 09 de septiembre de 2005

 
   
 
Detrás de la noticia
El viaje de Chávez a Cuba, un avión sin aterrizar y un pueblo llamado Sandino.
por JOSé H. FERNáNDEZ, La Habana
 

A un avión cargado con pasajeros cubanos procedentes de Miami, que debía arribar formalmente a La Habana el pasado 20 de agosto, a las nueve de la mañana, no se le permitió el aterrizaje porque justo a esa hora la crema y nata del régimen estaba en el Aeropuerto Internacional José Martí, esperando la llegada de Hugo Chávez.

F. Castro
Hugo Chávez y Fidel Castro, en el Aeropuerto José Martí.

Aunque no fuera elegante, la medida es comprensible, pues con egos tan descomunales no debió quedar espacio para nadie más en las pistas. Y hay que evitar accidentes.

Los nostálgicos viajeros tuvieron que conformarse con ver únicamente las nubes de su islita, sobrevolando hasta el mareo los aeropuertos de la capital y de Varadero. En tanto, sus familiares de tierra también miraban a las nubes, buscando una explicación (que nadie les ofrecía) para entender la verdadera causa del desaguisado.

Luego de tanta pirueta sin hallar dónde poner el huevo, a la nave le escaseó el combustible, así que debió volver a Miami, a reabastecerse. Sin embargo, fue una historia con final feliz, ya que en horas de la tarde del propio sábado 20, los pasajeros pudieron al fin tocar suelo cubano.

El incidente confirma dos verdades trilladas. La primera es que quien resiste, gana, aunque sea tarde. La segunda, es que este tipo de sucesos "menores" no encuentran nunca cobertura en los medios de prensa que reportan desde la Isla. Quedan siempre detrás de la noticia, excepto para aquellos que sufren directamente sus consecuencias.

La cúpula del poder recibió a su huésped con un despliegue informativo a tono con las dimensiones de los egos. Pero a nadie le interesó dar cuenta del atropello sufrido por los pasajeros del avión y por sus familiares. No podía ser para menos. ¿Quién era esta pobre gente para generar noticia en circunstancias tan excepcionales como la que contrajo la última visita del caudillo venezolano?

Por cierto, las mismas dos verdades trilladas volvieron a confirmarse al día siguiente, domingo 21 de agosto, cuando los presidentes de Cuba y Venezuela se fueron al extremo más occidental de la Isla, a Sandino, para repartir casas, dicen que regaladas por Chávez a 150 familias de aquel municipio, y para despacharse a su gusto, a través de sendas peroratas (radiadas y televisadas) que muy poco faltó para que se extendieran hasta el año nuevo.

Weyler en el siglo XX

Sandino fue otra vez noticia. Sólo que en esta ocasión los medios de prensa la reprodujeron en primeras planas. Todo lo contrario a lo que sucedió la vez anterior, a inicios de los años sesenta, en el siglo XX. Entonces la comunidad era muy pequeña, casi una aldea, pero de la noche a la mañana su población se vio multiplicada por efecto de uno de los mayores atropellos que recoge la abultada historia de atropellos de nuestros últimos cincuenta años.

Al pueblecito de Sandino, en el extremo de Pinar del Río, fueron a parar las muchas familias de humildes campesinos del centro del país a las que el régimen les expropió sus fincas y sus casas durante la llamada "Limpia del Escambray".

Tal vez se recuerda mal, porque ha sido muy poco divulgado, pero aquella pobre gente fue acusada de brindar alimentos e información a los alzados en las lomas contra la revolución, único motivo por el cual mereció ser mudada en masa y a la fuerza a una distancia de cientos de kilómetros de sus hogares, de sus parientes y, en fin, de sus esencias, ya que la tierra donde nace y trabaja un guajiro es el guajiro mismo.

Valeriano Weyler, siniestro general de España en tiempos de la colonia, había hecho algo parecido un siglo antes, para evitar que los campesinos posibilitaran la supervivencia de los insurrectos en la parte occidental de Cuba. La diferencia es que Weyler no necesitó llevar tan lejos a sus víctimas.

Constan en la historia las múltiples atrocidades cometidas en los días del Escambray por ambas partes contendientes. Todas las guerras, absolutamente todas, son inhumanas y salvajes. Pero los pobladores civiles de aquellas lomas y de sus pueblos aledaños no comían ni bebían con la guerra. Sólo tuvieron la fatalidad de ser testigos y damnificados de primera línea. Y claro, también terminaron siendo los máximos perdedores en la contienda.

Ahora el régimen intenta halar el pescado para su sartén propiciando la repartición de casas nuevas en el mismo pueblo que alguna vez llenó de sombras tristes y desarraigadas. Seguramente muchos de los que se benefician son hijos o nietos de aquellas víctimas del desalojo, a las que no se les permitió durante largos años regresar siquiera de visita a su región de origen.

Estos hijos y nietos confirman la primera de las dos verdades trilladas: el que resiste, gana, aunque sea tarde y poco. Mientras, la segunda verdad nos reitera que por lo menos en Cuba, detrás de la noticia hay siempre otra noticia oculta, que nunca reflejan los medios de prensa, por más sintomática o reveladora que resulte.

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