www.cubaencuentro.com Viernes, 09 de septiembre de 2005

 
  Parte 2/2
 
La sombra del caudillo
Millones de exiliados, decenas de miles de presos, miles de fusilados, cien mil suicidas: Los cubanos que en medio siglo no han consentido ser gobernados por Fidel Castro.
por RAFAEL ROJAS, México D.F.
 

En La política y su sombra (2005), Trías sintetiza así un régimen totalitario: "todo acaba siempre siendo sustituido por el movimiento, que a su vez tiende a derivar en un cuerpo de élite, que finalmente depende de una trama policíaca al servicio del Gran Jefe, o Gran Conductor, o Secretario General". En el vasto territorio que se extiende entre las masas y el tirano, hay ciudadanos y asociaciones que se atreven a practicar autonomías y oposiciones, pero predominan esos órganos que actúan como correas de transmisión del orden despótico.

La soledad del tirano en la cima de la pirámide no es, como en algún pasaje de Gabriel García Márquez, un elemento humanizador o melancólico, sino la mayor perversión del poder totalitario: "la soledad —dice Trías— muestra y demuestra toda la indigencia del tirano. Y esa soledad, fundada en la general desconfianza hacia toda la sociedad, le exige acumular el mayor acopio de poder sin límites para el control específico de la propia sociedad, con todas las tramas imaginables de espionaje o de informadores filtrados por todo el cuerpo social".

Los gobiernos tiránicos no pueden funcionar sin una visión uniformante y gregaria de la sociedad. A diferencia del tirano, el gobernante democrático no se obsesiona con el consentimiento de los gobernados y administra el país sin complejos de legitimidad ni ansias de aclamación popular, porque nunca llega ni aspira al poder con el respaldo de toda la ciudadanía, sino, sólo, de una parte ella. Ese respaldo, además, es asumido por el gobernante y los gobernados como un valor relativo, efímero y revocable, ya que, en las democracias, el poder político es lo contrario que en las tiranías: un mandato breve y representativo.

Si entendiéramos la sombra de Castro como caudillo, a la manera de Martín Luis Guzmán, habría que recurrir al estudio de la élite castrista en los últimos 45 años. Podríamos, entonces, medir las contracciones y dilataciones de esa clientela política, historiar su circulación ideológica y generacional, su peculiar manera de recibir premios y castigos, "tareas" y prebendas. Luego de un estudio así, nos sorprenderían las dimensiones, la movilidad y, al mismo tiempo, la persistencia de esas élites: sólo en Cuba puede haber ministros de gobierno y jefas de asociaciones femeninas con 45 años en el cargo.

Pero si entendiéramos esa sombra, a la manera de Trías, es decir, si nos adentráramos en la naturaleza sombría del poder en Cuba, entonces habría que hacer el cálculo espantoso de los muertos. Los opositores cubanos —civiles o políticos, violentos o pacíficos, pasivos o activos—, es decir, todos aquellos cubanos que en medio siglo no han consentido, de una u otra forma, ser gobernados por Fidel Castro, conforman la gigantesca sombra del caudillo: millones de exiliados, decenas de miles de presos, miles de ahogados, miles de fusilados, cien mil suicidas.

1. Inicio
2. En La política y su sombra...
   
 
RegresarEnviarImprimir
 
 
En Esta Sección
¿Por quién doblan las campanas?
JOSé CONRADO, Santiago de Cuba
Efecto huida
MANUEL DíAZ MARTíNEZ, Canarias
El complicado asunto de la libertad
JOSé H. FERNáNDEZ, La Habana
Editoriales
Sociedad
Cultura
Internacional
Deporte
Opinión
Desde
Entrevista
Buscador
Cartas
Convocatorias
Humor
Enlaces
Prensa
Documentos De Consulta
Ediciones
 
Nosotros Contacto Derechos Subir