www.cubaencuentro.com Viernes, 09 de septiembre de 2005

 
  Parte 1/2
 
El complicado asunto de la libertad
Ni Spinoza, ni Hegel ni Engels: ¿Todo se convierte en borrachera intelectual ante la luz filosofal de Amaury Pérez Vidal?
por JOSé H. FERNáNDEZ, La Habana
 

Qué manera de perder el tiempo la de aquellos ilustres pensadores que se han dedicado a desgranar conceptos sobre el tema. Cuántos miles de cuartillas emborronadas inútilmente, desde que el mundo es mundo. Y al final sucede que la libertad no es más que una ilusión mental (por no decir otra cosa), una quimera con forma de gorra para llevar en la cabeza según el gusto y las dimensiones craneales de cada cual.

A. Pérez
Amaury Pérez. Imagen de uno de sus discos.

Por lo menos así parecen indicarlo las revelaciones más recientes de uno de los nuevos heraldos de la Isla de la Libertad (encadenada): Amaury Pérez Vidal.

En Cuba, igual que la tranquilidad viene de tranca, la libertad es un efecto de autoconvencimiento y viene por la libreta, en cuotas despachadas por profetas como el de marras, quienes, desde su burbuja de vidrio, creen, o hacen creer que creen, o creen hacer creer que los años pasaron en balde y que seguimos siendo indígenas dispuestos a tragarnos sus bufonerías sin una sonrisa maliciosa y sin una arcada.

Esta última cuchufleta fue cometida en México, para La Jornada, sin que a Pérez Vidal se le cayeran los dientes. Así es que no queda más remedio que tomarla en serio: "…uno para ser libre, lo primero que tiene que hacer es creérselo, no importa dónde se esté. La libertad la lleva uno consigo".

Queda revocada de tal modo toda la cascarita que durante más de cuatro siglos elucidaron los filósofos.

Ni Spinoza, con su temprana teoría de la libertad como algo indispensable de lo cual los humanos llegan a tomar conciencia. Ni Hegel y las concepciones de unidad dialéctica entre lo que el hombre necesita y sus reales perspectivas de ser libres. Ni siquiera el mismísimo Engels y aquello de que la limitación de libertades está condicionada, más o menos, por la dependencia que los hombres sufren no sólo con respecto a la naturaleza, sino, además, a otras fuerzas de carácter social, político y económico que les son impuestas.

Todo se convierte en nadería, borrachera intelectual, ante esa luz con la que Amaury Pérez acaba de alumbrarnos.

Asimismo deviene letra muerta la Declaración Universal de los Derechos Humanos, con todo y sus treinta artículos y sus múltiples "Considerando", dados a reconocer la legitimidad del rechazo a las tiranías; o la del disfrute de la libre expresión de opiniones y sentimientos; o la del derecho que tienen todas las personas a ejercitar su condición política; o la de la potestad para elegir sin controles ni coyundas lo que mejor nos cuadre, en cualquier materia.

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