www.cubaencuentro.com Viernes, 09 de septiembre de 2005

 
  Parte 2/2
 
¿Por quién doblan las campanas?
Cuba y las campanadas del cambio en el Día de la Virgen de la Caridad del Cobre, Patrona Nacional.
por JOSé CONRADO, Santiago de Cuba
 

Esas campanas han sonado a difuntos, cuando ha muerto alguno de aquellos, los más humildes hijos del pueblo, y también cuando han muerto aquellos mismos obispos por cuyo nombramiento repicaron, o por los Papas en cuya elección se echaron a volar. Muerte y vida, alegrías y sufrimientos, suerte y desgracias tomaron voz a través de las campanas: como cuando tocaron "a rebato" ante el peligro de un siniestro o el pavor de algún temblor de tierra.

Las campanas que Cuba quiere oír

El pueblo acaba reconociendo la cantarina voz de sus campanas. En esa sonora contraseña reciben la primera noticia, la que le llega sin palabra, la que le alerta o le despierta, le convoca y le levanta. Con esas campanas aprende a reír y a llorar, a despedir un año y recibir otro. A despedirse de los suyos y a enterrar a sus muertos.

No es banal celebrar este cambio de campanas en la Basílica Santuario de la Virgen. No es casual. Cuba quiere oír nuevas campanas que le anuncien salvación, esperanza, libertad. Los cubanos quieren oír las "campanadas del cambio". El viejo arzobispo Pérez Serantes lo había anunciado proféticamente en aquella carta de los primeros sesenta: "Ni Washington ni Moscú". Cuba no debe buscar su futuro ni con los "carillones del Krenlim", ni con la campana americana, la vieja campana de la libertad, que por cierto, no está en Washington, sino en Filadelfia.

Las nuevas campanas del Santuario vienen de Roma, la ciudad símbolo de la fe, la ciudad que representa los valores espirituales de la fe y del amor: la "Ciudad Eterna", no porque esté fuera del tiempo, sino porque nos recuerda que no sólo somos hijos del tiempo, sino ciudadanos de la eternidad. Y las envía ese "jefe de Estado" que le hizo exclamar a Stalin: "¿El Papa, y cuántas divisiones tiene su ejército para que tengamos que contar con él?", en respuesta a la propuesta de Churchill y Roosevelt que deseaban integrar al Vaticano en las conversaciones de paz al final de la Segunda Guerra Mundial.

Sin querer tener la exclusiva, los católicos, que son el grupo cristiano más numeroso, antiguo y universal, y el de más larga y profunda presencia en la historia de Cuba, nos deberíamos sentir comprometidos en esta convocatoria nueva a la unidad, al compromiso con el cambio y al esfuerzo compartido, que no excluye a nadie, pero que debe encontrar una especial resonancia en todos los que compartimos la fe en Jesús de Nazaret, católicos o no.

Las campanas suenan para todo el mundo. El rico y el pobre, el poderoso y el desposeído del poder. Pero no suenan igual. Las campanas que anuncian la libertad a los esclavos, anuncian el final del poder de los poderosos. María es una experta en estas verdades, por eso pudo decir en su cántico del Magnificat: "Proclama mi alma la grandeza del señor, mi espíritu se regocija en Dios mi salvador: porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones porque el Todopoderoso ha hecho obras grandes en mí. Su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo, dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los deja vacíos".

(*) José Conrado es párroco de la Iglesia de Santa Teresita de Jesús en Santiago de Cuba.

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