www.cubaencuentro.com Viernes, 09 de septiembre de 2005

 
  Parte 1/2
 
El llamado 'problema cubano'
¿Lo importante es la búsqueda de la verdad o la articulación de una política que viabilice la reconstrucción de la Isla y el exilio?
por EMILIO ICHIKAWA MORíN, Homestead
 

Además de una frívola rivalidad (al menos consta la envidia del inspirador del Cratilo), Sócrates y Protágoras fijaron en la cultura occidental dos maneras de entender la naturaleza y el destino del conocimiento.

En sentido general, Sócrates creía en el saber como una búsqueda de la verdad, que él hacía residir en lo general, en el concepto. Una verdad que tendía a rebasar la obviedad del mundo sensible y que era pretendida con muy poco interés extra-intelectual; acaso con ninguno, si descontamos la satisfacción del ego y ciertas prebendas que propicia el ejercicio de un reconocido magisterio.

El abderita, en cambio, enfocaba el saber como espectáculo, como "show". El "agón", el diálogo, como competencia donde la búsqueda de la verdad era un elemento vestigial. Lo importante era ganar el debate y para ello había que conseguir al menos dos cosas:

a) El veredicto del árbitro

b) La simpatía del público (mucho tiempo después, en su Fenomenología del espíritu, Hegel introduciría un importante capítulo en torno a esta instancia: el "público").

En cuanto a la instrumentación del conocimiento, Protágoras era más "práctico", y se dice que estuvo entre los primeros maestros que cobraron por enseñar. No obstante, parece que su "política intelectual" también tuvo sus fallos, pues el mal comienzo de un libro lo condenó a la censura.

Ambas maneras de enfocar el destino del saber suponen diferentes moralidades. La búsqueda desinteresada de la verdad es un camino muy diferente al que implica el desvelo por encontrar simpatías a una creencia. Las sendas están ahí, coexisten, y no me atrevo a decir que una sea mejor que la otra. Son opciones.

Michel Foucault, por ejemplo, simpatizaba mucho con la opción sofística, proponiendo una suerte de "relajamiento gnoseológico". Nada de dar la vida por una proposición (tipo Urbano o Bruno), exiliarse o padecer por la concepción o expresión de un pensamiento: hay que saber jugar; "jugar para insertarse", como después certificaría Jean François Lyotard en su conocido informe La condición postmoderna (1979), redactado como cliente del Consejo Superior de Universidades de Québec.

Foucault y algunos pensadores posteriores consideraron que la epistemología sofística había triunfado; lo que representa una verdad parcial. Esta, en efecto, es la que mejor simboliza o se ajusta a la mentalidad dominante de la sociedad global, a la lógica de los medios de difusión y la "imagocracia"; pero la otra opción se mantiene vigente en las áreas epistémicas duras, por ejemplo, en las facultades de Medicina o en los laboratorios de biología, en las salas de proyectos o en los estudios de diseño aeronáutico. En estas plazas, una confrontación con "lo real", con "lo universal" socrático, es fundamental; aunque eso fundamental sea la reacción de un conejillo o una persona a la administración de unos miligramos de determinada sustancia.

En las áreas de culturas comparadas, de saber discursivo, la sofística predomina. En Georgetown University (Washington DC), por poner un ejemplo, esas dos epistemes tienen una distribución espacial, física, muy definida. Mientras en el edificio Inter-Cultural Center (ICC) se cobijan disciplinas con soporte relativista y fenomenológico, en los edificios centrales suele regir la episteme "clásica".

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