www.cubaencuentro.com Viernes, 09 de septiembre de 2005

 
  Parte 2/2
 
El llamado 'problema cubano'
¿Lo importante es la búsqueda de la verdad o la articulación de una política que viabilice la reconstrucción de la Isla y el exilio?
por EMILIO ICHIKAWA MORíN, Homestead
 

Hay disciplinas que han transitado de una concepción epistémica a otra, o se inclinan a uno u otro lado según circunstancias y contextos. La política es uno de esos casos. De  alguna manera también la historia. Ch. Tilly lo advirtió en La Habana, en el Anfiteatro Manuel Sanguily de la Facultad de Filosofía e Historia: "El postmodernismo puede malograr toda una generación de historiadores". Con la desaparición de las "historias universales", la historia económica es la garantía del socratismo en esa disciplina tradicional.

Cómplices en una función

Por su parte, el llamado "problema cubano" parece ubicado ya definitivamente en el área epistémica sofística. De ahí que la mayor virtud que puede exhibir hoy un trabajo sobre la cuestión cubana es la de ser "equilibrado", "moderado". Tales adjetivos se han utilizado tradicionalmente para evaluar la actividad en la administración de justicia, o la gestión diplomática; ahora, al amparo de la episteme sofística, se adentran en el campo del pensamiento y la investigación social. Contrasentidos como "poeta sereno y equilibrado", "escritor balanceado", "artista prudente", van rebasando fronteras.

Un viejo precepto dialéctico supone que, en términos de búsqueda de la verdad, la expresión del objeto debe ajustarse a la naturaleza del objeto mismo. Algo reconocido hasta por el mismo Lenin en trabajos tempranos como El desarrollo del capitalismo en Rusia, su gran obra intelectual. En el caso de Cuba, cuando se trata de hablar de una historia tan enfática, de gobiernos tan desarticulados o de una dictadura (tiranía mejor) como la de Fidel Castro, la aspiración a la mesura o la objetividad es algo que, por definición, invalida la pretensión de verdad.

En el debate en torno al castrismo, si se fuera a buscar la verdad, si eso es lo que realmente interesara (que no es lo que interesa), tanto las defensas como las críticas deberían ser toscas, crudas, radicales, como es el mismo objeto que se trata de aprehender.

No obstante, es comprensible que en el caso cubano lo importante no sea la verdad sino la conciliación, la convivencia, la articulación de una política posible que viabilice la reconstrucción de la Isla y el exilio. La liminalidad de este último medio siglo cubano condiciona que nuestro pensamiento esté urgido de performatividad, de bondad práctica. Asistimos a una refundación de la nación; momento en el que, a decir de Ernst Renán (¿Qué es una nación?,La Sorbona, 1882), se hace necesario no sólo el error, sino hasta la mentira histórica.

Lo verdadero tiene entonces, en el caso cubano, una importancia secundaria; debe ser ocultado, silenciado o desplazado a lugares iniciáticos de muy poca o privilegiada circulación. Pero ese lugar, hoy por hoy, es muy estrecho: universidades, ligas masónicas, templos católicos, etcétera, están copados por el ansia de decir "correctamente", no "verdaderamente". Son nichos políticos, no espirituales. Los académicos, salvo excepciones, también se conducen según patrones de comportamiento políticos; hay una legión de "cancilleres de la cubanología" dando vueltas por el mundo.

Para quienes buscan la verdad, en archivos, entrevistas, en el ejercicio sincero de la memoria, no queda (por el momento) otro espacio que la conversación de amigos o las hojas de revistas anodinas. Acaso de una página web o el desprestigiado "correo electrónico colectivo". El "descubrimiento" es un empeño que recompensa menos que la "propaganda"; se puede investigar con libertad, pero no ocurre lo mismo con el divulgar. De ahí que la "verdad cubana", de existir, tenga que configurarse como una "misión" o un objetivo gremial, de ghetto. No es problema de falta de iniciativa en el "cross over", o de visión, o de expresión idiomática (decenas de libros en inglés sobre el tema cubano pasan inadvertidos por la crítica; aunque digan "Hollywood" y Fidel Castro en su portada), a veces ni siquiera de dinero: es un requerimiento epistémico natural (también temporal) del tema.

La promoción, publicidad y propaganda del problema cubano está ya hoy apresada en la episteme sofística, y los profesionales de la cubanología han comprendido que no tiene sentido apartarse del show. Para que el espectáculo funcione, los contendientes no pueden aniquilarse; son cómplices en una función que exige tolerancia y autocontención.

Como decimos hoy, el "escenario" cubano es diverso; se trata de una puesta en escena donde la verdad debe permanecer oculta. Hay una lista mínima de grandes verdades sobre Cuba que a nuestro cuerpo social le costará trabajo aceptar. Tanto dentro como fuera de la Isla. A los cubanos nos unen hoy más falsedades y ficciones que verdades. Y esas ficciones y falsedades, por útiles, deben ser cuidadas, protegidas y utilizadas con habilidad. Ese es el problema, el dilema cardinal del intelectual cubano. En Cuba y en el exilio.

1. Inicio
2. Hay disciplinas que...
   
 
EnviarImprimir
 
 
En Esta Sección
¿Por quién doblan las campanas?
JOSé CONRADO, Santiago de Cuba
Efecto huida
MANUEL DíAZ MARTíNEZ, Canarias
El complicado asunto de la libertad
JOSé H. FERNáNDEZ, La Habana
Editoriales
Sociedad
Cultura
Internacional
Deporte
Opinión
Desde
Entrevista
Buscador
Cartas
Convocatorias
Humor
Enlaces
Prensa
Documentos De Consulta
Ediciones
 
Nosotros Contacto Derechos Subir