www.cubaencuentro.com Viernes, 09 de septiembre de 2005

 
  Parte 1/3
 
¿Quién mató a Nicanor?
Una polémica ítalo-mexicana revive las dudas sobre el asesinato de Julio Antonio Mella.
por ERNESTO HERNáNDEZ BUSTO, Barcelona
 

He seguido, con interés no exento de cierta displicencia, una curiosa polémica que este verano recoge el periódico mexicano La Jornada. El tema: la muerte violenta de Nicanor MacPartland, más conocido como Julio Antonio Mella, el 10 de enero de 1929.

J. A. Mella
Julio Antonio Mella (1903-1929).

Me apresuro a aclarar que no soy historiador y que el Mella que me interesa es un personaje hecho de realidad y ficción: aquel que fascinó a José Lezama Lima en su época de estudiante politizado en la Universidad de La Habana. Antes, Lezama se había cruzado con Mella en varias ocasiones, siempre de lejos. La primera, a los catorce años, cuando, oculto tras las columnas de una cigarrería, vio una manifestación encabezada por el líder estudiantil, que bajó por San Lázaro y se encaminó a Palacio para tumbar la estatua de bronce que se había hecho erigir el entonces presidente Alfredo Zayas.

Al año siguiente, en 1925, si hemos de creer su propio testimonio, el futuro escritor escuchó, impresionado, en la Sociedad de Torcedores el último discurso que pronunció Mella antes de exilarse en México.

En el capítulo IX de su novela Paradiso, Lezama superpone dos protestas, la manifestación del 24 contra Zayas y la del 30 contra Machado, para montar una famosa escena en la que confluyen la política, la amistad, el sexo y el conocimiento. El Mella de Paradiso es un Apolo habanero, una figura tan ubicua como esos dioses de las batallas homéricas, capaces de inspirar pasiones colectivas, y cuyo luminoso carisma resulta inseparable de su condición de sex symbol, de ese "perfil voluptuoso" al que se refiere Lezama en su novela.

Hace unos meses había yo cerrado mi párrafo sobre Lezama y Mella con el final violento que todos aprendimos en la clase de Historia del Movimiento Obrero: "El líder fue asesinado por dos sicarios de Machado". Pero al tratarse de una biografía uno siempre carga con redoblados pruritos de objetividad. Así que me obligué a consultar algunas otras versiones sobre el asesinato de Mella, con resultados curiosos.

Vidali versus Mella

Veamos, por ejemplo, la biografía de Diego Rivera escrita por Patrick Marnham (Soñar con los ojos abiertos, Debate, Barcelona, 1999). Mientras rastrea el pasado de Tina Modotti, amante de Mella y del propio Rivera, el biógrafo norteamericano hace alusión a un sombrío personaje: Vittorio Vidali, alias Enea Sormenti, comunista italiano al servicio del GPU (anteriormente Cheka y después NKVD y KGB), la tristemente célebre policía secreta de Stalin. A Vidali le gustaba viajar, y tenía una extraña habilidad para estar siempre en el lugar equivocado: huyó de Italia cuando se proclamó el fascismo y participó en la Guerra Civil Española con el nombre de "Carlos Contreras", primero como comisario político del 5º Regimiento y luego en otras labores de propaganda.

Tras los sucesos de mayo de 1937 en Barcelona, se dedicó a labores más sórdidas: según archivos del KGB recientemente desclasificados tuvo una actuación destacada en la desaparición de Andreu Nin. Al terminar la guerra se exilió en México, donde permaneció hasta la caída del fascismo en Italia. Hay bastante información sobre Vidali en cualquier biblioteca, y su perfil torvo aparece también en uno de los frescos de Rivera, Insurrección, donde Mella, Frida y Tina, reparten armas a unos obreros bajo la enseña roja de la hoz y el martillo.

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