www.cubaencuentro.com Viernes, 09 de septiembre de 2005

 
  Parte 2/2
 
Ciclón
Una catástrofe que llega a Estados Unidos cada vez con mayor frecuencia.
por ALEJANDRO ARMENGOL, Miami
 

Por esa razón, William Faulkner prefiere una inundación del Mississippi —y su vinculación con el diluvio universal— para una de las historias entrecruzadas de la novela Las Palmeras Salvajes. La relación entre el prisionero y el fenómeno natural que es a la vez liberación, causa circunstancial que le permite convertirse en un héroe y obstáculo temporal frente a su deseo de volver a la cárcel —libre de cualquier responsabilidad: el lugar donde paradójicamente se ha adaptado a vivir y se siente seguro—, tiene un carácter existencial que va más allá del tema social.

Hemingway, por su parte, es quien hace referencia al ciclón de 1935 en Tener o no Tener, su novela más "comprometida" —y también una de sus narraciones más flojas—; se vale del naufragio del buque español Valbanera en el Estrecho de la Florida para Después de la Tormenta, un cuento de pillaje. El autor de El Viejo y el Mar —según Norberto Fuentes— practicaba una aproximación bélica ante cualquier ciclón cubano, al cual catalogaba de "enemigo" en una anticipación doméstica a Fidel Castro.

Melodrama y jolgorio

Katrina en EE UU: La devastación
- La cifra de muertos era al menos de 100 al cierre de esta edición, y las autoridades están muy preocupadas por que se triplique el número de fallecidos.
- Aproximadamente el 80% de Nueva Orleáns se encontraba inundada, en algunas partes hasta en 6 metros.
- Katrina podría llegar a costarle a la industria de seguros unos 25.000 millones de dólares en reclamos, lo que le convertiría en el huracán más costoso en la historia de Estados Unidos.
- Katrina podría llegar a costarle a la industria de seguros unos 25.000 millones de dólares en reclamos, lo que le convertiría en el huracán más costoso en la historia de Estados Unidos.
- El precio del petróleo de referencia para EE UU llegó el miércoles a niveles récords, por encima de 70 dólares el barril, por la influencia del huracán.

En Estados Unidos, cualquier ciclón es motivo de alarma —si acaso esperanza y ruegos— y pérdidas millonarias. Sólo da cabida a la tragedia y la esperanza. Esta relación calvinista de castigo, voluntad y trabajo frente a un fenómeno atmosférico —ese esfuerzo pragmático por regular las consecuencias del caos al no poder impedirlo— es ajena a la mentalidad caribeña, donde el ciclón es melodrama, pero también jolgorio.

Para los cubanos, antes de Castro tomar el poder —al menos antes del paso del Flora en 1963—, la llegada de los ciclones era motivo de fiesta y causa de calamidades, todo mezclado en una actitud irreverente e irresponsable. En la década de los cincuenta, las mujeres aprovechaban la ocasión para salir a la calle con pantalones ajustados.

Años antes, en 1930, el Trío Matamoros había cantado la desolación —ocurrida al paso del ciclón San Zenón por Santo Domingo— con palabras sentidas y simples: "Cada vez que me acuerdo del ciclón/ se me enferma el corazón".

Un escritor afrancesado como Alejo Carpentier aspira a la epopeya ciclonera en su primera novela, ¡Ecue-Yamba-O!: "Terror de Ulises, del holandés errante, de la carraca y el astrolabio", pero le sale ajena. Sólo cuando vienen en su ayuda los negros de Puerto Rico adquiere un sabor similar al del trío: "¡Temporal, temporal/ Qué tremendo temporal!/ ÁCuando veo a mi casita,/ Me dan ganas de llorar!".

Y es que el ciclón es un fenómeno isleño, pero no mediterráneo: necesita del mar Caribe para fortalecerse. Cuando se adentra en el continente, inicia un camino de destrucción que lo conduce a su fin.

Un grupo de mariposas agita las alas en cualquier lugar del mundo y el aleteo origina una tormenta tropical en el Caribe. Como una advertencia, esa catástrofe llega cada vez con mayor frecuencia a Estados Unidos.

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