www.cubaencuentro.com Viernes, 28 de octubre de 2005

 
  Parte 3/4
 
Sin fuegos ni liquidaciones
Embargo, ideología y reconciliación nacional: ¿Salir adelante o ajustar cuentas?
por ARTURO LOPEZ LEVY, Denver
 

La mayoría de los exiliados quieren una Cuba viable, con derechos humanos y justicia social, y están más concentrados en salir adelante que en ajustar cuentas. En contraste, una minoría derechista ha convertido la política de EE UU hacia Cuba en terapia por lo perdido, sumando —sádicamente— escasez a los que viven en la Isla. Harían bien en pensar que, por muchas injusticias que hayan vivido, muchos en Cuba estarían dispuestos a cambiar su posición actual por la de ellos. Hay que pasar la pagina.

"El odio no construye", dijo el apóstol. Un ejemplo más cercano es el de los cubanos negros, que nunca reclamaron más que su lugar como ciudadanos, después de sufrir la injusticia mayor de nuestra historia, la de la esclavitud. Si aquéllos hubiesen tenido la actitud de poner sus agravios particulares por encima de la República, nunca hubiese habido paz en Cuba. Como muchos cubanos hoy, esos hermanos sufrieron injusticias, pero no convirtieron el dolor en polarización o rencor, sino en pasión por la concordia. "Patria es eso —dijo Martí— equidad, respeto de todas las opiniones y consuelo al triste".

¿Qué no hacer?

Las políticas se juzgan por sus resultados, no por las intenciones que alguien dice tener en su corazón. Sólo un esquizofrénico puede seguir repitiendo a marcha triunfal que el embargo, la intransigencia y el aislamiento —que no han funcionado en casi medio siglo— son, ¡ahora sí!, la gran estrategia. ¡Aleluya! Lo mínimo que requiere una política contraproducente por décadas, se llame comunismo o embargo, es mostrar cómo funcionará en el futuro, si ninguna condicionante esencial ha cambiado en los últimos quince años.

El primer precepto de la construcción democrática es no hacer daño. ¿Cuánto tiempo más quieren los partidarios del embargo tratar a Cuba como una olla de presión? El embargo conlleva pisotear los valores familiares y las libertades de viaje de los norteamericanos, de los exiliados cubanos, negándole al pueblo en la Isla un mejor nivel de vida. Es todo lo contrario a las exitosas políticas de intercambio cultural y religioso y de viajes que caracterizó el triunfo sobre el comunismo en Europa Oriental. Sus defensores deben reconocer esos costos y explicar no sólo de donde sacan racionalmente la certeza de su estrategia, sino cómo mitigar los tremendos daños que causa.

El rechazo a la falta de derechos humanos en la Isla, como la libertad de expresión, viajes y oportunidades para crear empresas privadas que mejoren el bienestar de los cubanos, no equivale a una aquiescencia a desmantelar los avances sociales de las últimas décadas y regir el país como una sucursal del Consejo para la Cuban liberty. La única forma legítima de ganar el poder en democracia es con elecciones limpias, transparentes y justas, sin la afrenta a nuestra soberanía que son las leyes del embargo. La derecha no tiene ningún derecho natural a gobernar la Isla. Democracia es el gobierno para el pueblo, no un pueblo para el gobierno.

La extrema derecha exiliada ha sido incapaz en casi cinco décadas de articular una coalición efectiva para promover la democracia en Cuba. De hecho, las votaciones que condenaron el embargo en la ONU y los conflictos de EE UU con Canadá, la Unión Europea y América Latina en relación con la política hacia Cuba, aumentaron después que se aprobaron las leyes Torricelli y Helms-Burton. Mientras más intensifican su estrategia aislacionista, más grande es el rechazo del resto del mundo.

Por el contrario, cuando la política de derechos humanos reemplaza al rencor y el aislamiento, la oposición cubana encuentra numerosos aliados. Hasta el ex presidente español José María Aznar anda recorriendo Estados Unidos diciendo que el embargo sólo ayuda a Fidel Castro. Nada ha fortalecido más las ansias de cambio que el contacto de la población cubana con el mundo exterior, especialmente con los exiliados.

La biblioteca independiente más grande de Cuba estaba en el Centro Cultural Español, donde media Habana accedía a información alternativa de todo tipo. En lugar de jugar a las poses dramáticas, lo mejor es preservar esos espacios y abrir nuevos en cuanto las oportunidades se presenten, como lo hace la España de Rodríguez Zapatero con su liderazgo en Europa a favor del compromiso constructivo.

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