www.cubaencuentro.com Viernes, 28 de octubre de 2005

 
  Parte 3/3
 
Apuntes para la corrección de una leyenda
Batistianos, revolución, embargo, propiedades: ¿Cuánto del pasado habrá que tener en cuenta en el futuro de Cuba?
por VICENTE ECHERRI, Nueva York
 

El embargo debe quedarse tan sólo por su valor como sanción moral, por la inestabilidad que de suyo genera mientras esperamos que el régimen se desplomé por el peso de su propia decrepitud o se transforme. Llegado esto último —que indefectiblemente ocurrirá alguna vez siempre que el status quo se conserve— todavía una ley como la Helms-Burton sería útil para reclamar la restauración de una república de la que una banda se apoderó por engaño y violencia.

¿Dónde está la derecha?

Otro reiterado comodín de López-Levy es el de la "derecha" del exilio cubano a la que a veces llama "extrema", a veces "radical" y otras simplemente "ultraderecha" y a la cual no duda en equiparar al castrismo.

No es de negar que hay posiciones radicales en el exilio, pero a mí me han parecido siempre reacciones, reflejos, simples imágenes especulares de las atrocidades que genera la tiranía, aun en el caso de la comisión de actos monstruosos como la voladura del avión de Cubana, en Barbados, que, dada la índole inocente y anónima de los pasajeros, no podría encontrar justificación y que, por el contrario, ha servido a la propaganda castrista.

Lo que me da mucho más trabajo encontrar son exiliados de derecha, en el sentido de conservadores. En esa tarea ando hace tiempo como Diógenes con su linterna y hasta ahora el resultado es bastante magro. Lo cierto es que Cuba, hace casi tres cuartos de siglo, que no cuenta con una derecha que merezca ese nombre y el pensamiento conservador ha sido muy raquítico entre los nuestros, antes y después del castrismo.

Por el contrario, es el discurso revolucionario, que tan nefasto ha sido para nuestra nación —y que ya dominaba la vida política cubana antes de 1959— el que sigue imperando en la mentalidad de los nuestros, después de esta catástrofe de casi medio siglo.

En el exilio militante perviven los manierismos del discurso y la acción revolucionarios, aunque el signo que los precede sea distinto. Basta pasar revista a los movimientos, partidos y organizaciones políticas de ese exilio para comprobar que el pensamiento revolucionario que tanto daño nos ha hecho, desde que empezara a ganar pertinencia en la vida pública cubana a principios de los años treinta, continúa teniendo una notable representación.

Llamarlo de "derecha" sólo porque se opone al programa de Fidel Castro, es en muchos casos una inexactitud, si no una injusticia, que opera en consonancia con la propaganda oficial cubana y contribuye a oscurecer la verdad de nuestro panorama político. Los exabruptos, reacciones violentas y hasta acciones terroristas que haya podido producir el exilio cubano han sido casi siempre la continuación de una trayectoria "de izquierda" que recicla sus métodos fuera de Cuba, sin cambiar, a veces, ni los nombres de los protagonistas.

Justicia y reconciliación

Finalmente, López-Levy contrapone la voluntad de reconciliación de la mayoría de los cubanos de las dos orillas al presunto revanchismo de unos pocos, que no se conforman con que un manto de piedad se tienda sobre tantos crímenes y aspiran a cambios más drásticos, radicales o incluso violentos.

Sin embargo, yo no encuentro que el deseo de que en Cuba impere la justicia y que un castigo ejemplar alcance a los grandes culpables de nuestra tragedia nacional esté reñido con el espíritu de reconciliación que tendría que primar para que nuestro pueblo pueda llegar a salir alguna vez del pantano en que vive.

Coincido con López-Levy cuando afirma que el odio no construye; pero la construcción no puede obviar la aplicación de la justicia y el castigo que ésta conlleva. No tengo dudas de que muchos asesinos del nazismo todavía van a buscar pacíficamente el pan por las mañanas convertidos en unos dulces abuelitos; pero para que ese perdón fuese real, antes tuvo que levantarse un cadalso en Nuremberg para los grandes responsables. Sin ese simple ajuste de cuentas, la llamada "reconciliación" sería un acto fraudulento, un lamentable chapoteo entre víctimas y verdugos que endeudaría moralmente al pueblo cubano por generaciones.

Pero, ¿cómo podría hacerse justicia si los propios culpables han de ser los encargados de promover los cambios? En ese caso, sería muy difícil, o sencillamente no se podría. Y es este pensamiento el que me ha llevado a desear y a proponer, en más de una ocasión, que fuese Estados Unidos el que vaya a ponernos la casa en orden, tal como pasara en 1898, a sabiendas de que tal opción es actualmente tan remota que casi tiende a cero.

Eso no significa que aspire a la destrucción de mi querido país. Al igual que López-Levy, tampoco querría andar por los escombros del parque de mi ciudad natal. Tal vez supera esta posible contradicción un simple acto de fe: en la precisión e "inteligencia" de los modernos artefactos de guerra.

Referencias
Sin fuegos ni liquidaciones
El problema equivocado
1. Inicio
2. Estos exiliados...
3. El embargo debe...
   
 
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