www.cubaencuentro.com Martes, 29 de abril de 2003

 
  Parte 1/2
 
En masa combatiente
A lo largo de la Calle 8, la llamada 'Marcha de la Libertad con Dignidad' intentó reavivar una 'línea dura' ya en decadencia en la capital del exilio.
por ALEJANDRO ARMENGOL, Miami
 

Miami tiene otro récord poco envidiable que añadir a su historia. El sábado 29 de marzo se celebró en esta ciudad el mayor desfile de apoyo a la guerra contra Irak del mundo. La realizó, por supuesto, la parte de la comunidad exiliada que se considera de "línea dura". Nada mejor para reafirmar la
Manifestantes en Miami
La llamada 'Marcha de la Libertad con Dignidad', el 29 de marzo en Miami.
imagen de un grupo reaccionario y guerrerista. "Viva la guerra", gritó un septuagenario "patriota" por televisión. Muy adecuado todo a la hora de conquistar el repudio internacional. Nada más descender del avión en cualquier ciudad europea o latinoamericana, decir de dónde uno llega y que le cuelguen el sambenito de cavernícola.

La idea original de la "Marcha de la Libertad con Dignidad" no fue proclamarse en favor de la guerra, porque el evento se concibió antes del inicio de las hostilidades. Pero el apoyo belicista no desagradó a los organizadores, sino todo lo contrario. La marcha convocada por una coalición de más de 30 agrupaciones anticastristas fue para patentizar que la "línea dura", como solución a los problemas de Cuba, es la preferida en esta ciudad. La única que admiten la mayoría de los miembros de la comunidad exiliada.

No todos los que desfilaron el sábado lo hicieron porque favorecen la confrontación bélica con el dictador cubano. Los hay que fueron porque quisieron demostrar la unidad del exilio. La intención es loable, aunque se trata de algo muy difícil de exhibir cuando para convocar a un acto se tienen que poner de acuerdo más de 30 grupos, algunos con no más de un par de docenas de miembros (quienes ven en esta diversidad una manifestación de la democracia deben considerar también que viven bajo una sociedad totalitaria, en que las elecciones se definen entre dos partidos políticos). Otros acudieron para manifestar su repulsa a la oleada represiva desatada en la Isla (aunque en ningún momento el evento se organizó con ese propósito, pues la idea de realizarlo es anterior a las últimas detenciones). Aquí también la intención es meritoria, pero encierra un problema: ¿no hay otra forma mejor de repudiar al régimen de La Habana? Pero los más lo hicieron porque están convencidos de que no hay arreglo posible con Fidel Castro, y tienen razón. Sólo que después de esta definición elemental se refugian en ella para cerrarle el paso a quienes intentan buscar un cambio por la vía pacífica: la opción armada y la intransigencia como una justificación de la inercia.

La marcha fue una demostración de fuerza. Esta tampoco es una idea que disgusta a los organizadores. Fue además un medio de propaganda. Pero no fue un acto de protesta. Quienes marcharon en Miami no protestaron contra nada. Si lo creyeron están equivocados. Es su lugar, reafirmaron un statu quo. Demostraron su poder desde una posición muy cómoda, con la cooperación de las autoridades locales y la participación de congresistas federales. En eso la marcha no se diferenció de las que han realizado diversos gobiernos (en su mayoría regímenes totalitarios) a lo largo de la historia. Una vez más Miami dio pruebas de ser un territorio "independiente" dentro de una nación enorme, casi un país dentro de otro, una Isla sumergida en un continente.

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