www.cubaencuentro.com Martes, 29 de abril de 2003

 
  Parte 1/2
 
La bolita que me sube y que me baja
El testimonio histórico o la información oficiosa como política de Estado, son apenas dos variantes en el extenso repertorio de nuestro deporte nacional: El rumor.
por JOSé H. FERNáNDEZ, La Habana
 

Vivimos entre el desasosiego y la espera. Pero en el medio están las bolas. Aun cuando los poetas suelen dar su lata con eso de que nos predestina nuestra condición de isleños, ciertamente, más que acorralados por el mar, en Cuba nacemos y morimos marcados por la bola. Desde el primer lanzamiento, una curva del derecho Cristóbal Colón, quien nos mareó al extremo de hacernos creer que en verdad esta es la tierra más hermosa que ojos humanos vieron; hasta el último, una recta de humo lanzada por el Gobierno sobre los más recientes apagones de La Habana, ocasionados, según la bola, por mantenimientos y reparaciones en las plantas generadoras, no por falta de petróleo, ya que el crudo que produce el país es suficiente para cubrir su demanda energética.

El testimonio histórico o la información oficiosa como política de Estado, son apenas dos variantes en el extenso repertorio de nuestro deporte nacional: el tiro de la bola. Entre uno y la otra, alinean tantos tipos de lanzamientos como lanzadores hay, es decir, algo más de doce millones, según el último censo.

Con un globito a la mascota del rey, ya que le faltaban fuerzas, redondeó Martínez Campos el Pacto del Zanjón, bola salivosa donde las haya. Mientras, los americanos calentaban el brazo para dar nueve ceros en Santiago de Cuba, y en el resto, a golpe de su endemoniada snikeball por el centro del home. Hatuey le devolvió a los españoles su propia bola de candela, al decir, según dicen que dijo, que con ellos ni al cielo. Luego surgieron otros pitchers más y menos aptos para las ligas superiores: Estrada Palma, artífice de la bola escondida; José Miguel Gómez, de la bola negra; Machado y Batista, de la bola brutal; Grau, de la bola floja; o Chibás, el único lanzador en la historia que se ha dado un deathball a sí mismo, y tan fuerte que no pudo llegar a primera, así que llegó otro en su lugar. Por cierto, desde entonces en el terreno compite un solo equipo y el pitcher no tiene relevo, a pesar de ser líder en juego perdidos, al tiempo que el número de lanzamientos se redujo a cinco: bola hacia afuera, hacia adentro, de arriba hacia abajo, de abajo hacia arriba y las de calentamiento, o sea, aquellas bolas con las cuales los espectadores nos dedicamos a poncharnos unos a los otros, en resignada y hasta alegre complicidad.

Un buen ejemplo del quinto lanzamiento rueda aquí por estos días, en tres variantes que son desprendimientos de la bola gubernamental sobre los apagones. Variante a): no es cierto que estén dándole mantenimiento a las plantas, lo que pasa es que guardaban bajo siete llaves sus reservas de energía, pues sabían que si se prolongaba la gorda entre Irak y los Estados Unidos iban a subir los precios, y no volveremos a ver petróleo ni en pintura. Variante b): eso a lo cual ellos llaman crudo cubano, viene de Venezuela, así que lo mejor es ahorrarlo al máximo, porque el horno allá tampoco está para rosquitas. Variante c): sencillamente han parado las plantas porque están tratando de adaptarlas para que funcionen con el petróleo nacional; es lo que sucede hoy; y lo que puede suceder mañana es que tal invento no arroje buenos resultados y así nos quedaremos sin petróleo y sin plantas.

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