www.cubaencuentro.com Viernes, 18 de julio de 2003

 
  Parte 3/3
 
Hoy, como ayer
Reinventando el capitalismo de Estado: ¿Sigue el castrismo al batistato en materia de política económica?
por ENRIQUE COLLAZO, Madrid
 

Todos ellos, gracias a su lealtad al régimen y a pesar de su origen e ideología "proletarios", componen ese nuevo paradigma del tecnócrata "revolucionario" que los académicos han denominado el compañero-empresario o empresario-soldado. Éste participa en la redistribución de las propiedades, otrora estatales, en el marco de un proceso de privatización que no excluye como uno de sus fines mantener la unidad corporativa entre esa casta de "empresarios socialistas" y la inquebrantable fidelidad al Padre Gerente. En un intento por definir esta relación del caudillo con sus subalternos, en la que al igual que un padrino mafioso puede dar pero también quitar, el economista Carmelo Mesa-Lago ha señalado que "Cuba se ha convertido, de hecho, en un régimen patrimonial, en el que el Comandante tiene su patrimonio y lo distribuye como le place".

A pesar de los fenómenos de corrupción, Batista se esforzó por involucrar en su política financiera, de una manera u otra —principalmente por la venta compulsatoria de bonos—, a diversas fuerzas sociales y sectores económicos, incluso de la mediana y la pequeña empresa. Asimismo, promovió el desarrollo de ciertas ramas industriales como la textil, la alimenticia, la de materiales de construcción, la metalúrgica, etcétera, propiciando el surgimiento de otras como la del aprovechamiento del bagazo de caña y la industria química, además de echar las bases de una infraestructura turística a lo largo del país. Como era lógico, aquél régimen defendió los intereses de los grupos monopolistas norteamericanos que tenían inversiones en Cuba, así como los de los poderosos capitalistas cubanos con los que fomentó estrechos vínculos.

Sin embargo, la intransigencia y el secretismo más hermético es lo que mejor define el desenvolvimiento de la actual política económica. No resulta coherente que un régimen que se auto-titula "representante de los intereses del pueblo y de su dignidad y decoro" impida que los trabajadores cubanos de empresas mixtas puedan ser contratados libremente por éstas y cobren la totalidad de su sueldo en dólares, así como que a diferentes inversores extranjeros se les ofrezca participar en negocios públicos —el caso de la compañía telefónica mixta italo-cubana ETECSA es paradigmático— y con tal fin se les incite con las rentas de situación de una posición monopolista, ofreciéndoles, además, exenciones fiscales y grandes ventajas en la repatriación de sus utilidades. Empresas como ETECSA, al permitírseles operar sin competencia, abusan sistemáticamente del cliente, pues, como la administración no reconoce oficialmente que hay capitalismo, no ha legislado las necesarias normativas que limiten el poder de las compañías o que protejan a los usuarios y a los trabajadores, con lo cual se produce la increíble paradoja de que éstas, como proveedoras de capital para el Gobierno, mandan sobre él y no al revés.

O sea, que el nuevo Estado capitalista fomenta las inversiones mixtas en la medida en que la acumulación de capital se produce en empresas extranjeras, participadas también por la "vanguardia empresarial", mientras que se aceptan las remesas de los exiliados, pues los receptores compran con ellas alimentos y otros bienes de consumo en las tiendas en dólares del Gobierno. No obstante, no se toleran actividades productivas a partir de la libre contratación de los agentes económicos, como en la agricultura, sujeta al restrictivo régimen de las cooperativas agropecuarias, o en la oferta de los servicios más indispensables a la población, ya que eso genera ahorros, confianza, independencia económica y autonomía, todo lo cual pondría en peligro la permanencia del castrismo en el poder.

Tanto a la elite empresarial batistiana como a la castrista, a pesar de sus diferencias de clase, las une el hecho de que cada una, en su época histórica, se ha aliado a gobiernos que demostraron no importarle en absoluto la suerte de su pueblo, sino simplemente retener el poder a cualquier precio. Una diferencia reside en que la actual "vanguardia empresarial" verde olivo encubre sus operaciones bajo el manto de una retórica nacionalista y por medio de su actividad es incapaz de generar riqueza para la masiva población urbana y rural. La misma que se debate diariamente en el mundo de las colas, de la cartilla de abastecimiento y de la bolsa negra… de los apagones, la carencia de gas y de agua, las jineteras y los proxenetas, la droga, el hambre, los "camellos", la bodega y el "bisne".

La otra diferencia estriba en el hecho de que aquella elite capitalista, tras la entrada de Castro en La Habana, tuvo que huir. De ella no quedaron más que lujosas mansiones, como mudos testigos de una época intensa y vertiginosa. Sin embargo, después de la desaparición del actual gobernante, los nuevos "generales-empresarios" permanecerán en la Isla y de seguro habrá que contar con ellos, pues están organizados, mantienen el control del país y, además, detentan riqueza. En suma: Son poderosos.

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