www.cubaencuentro.com Viernes, 18 de julio de 2003

 
  Parte 2/2
 
Un hombre de bien
Colchonero de oficio y médium por misión: La crónica del secreto de una nueva vida.
por JOSé H. FERNáNDEZ, La Habana
 

Episodios oníricos y encuentros cercanos de última generación quedan al gusto del consumidor. Mas lo cierto es que hoy por hoy Mauricio Martín, totalmente apartado del alcohol, acumula una larga experiencia en los trajines de reparador y fabricante de colchones por cuenta propia. Y es además médium por misión.

"Una vez dominado el oficio, no me fue difícil abrirme camino como colchonero, ya que en este país la gente nace y muere acostada sobre el mismo colchón. Durante decenas de años no ha sido posible para la mayoría comprar colchones nuevos en las tiendas, así que éstos pasan como herencia de padres a hijos, igual que el apellido. Ahora hay colchones en la shopping, pero los más baratos no cuestan menos de ochenta o noventa dólares, cifra equivalente a lo que gana un obrero en casi un año de trabajo. De manera que nunca me faltan clientes, sobre todo para las reparaciones".  

Él mismo fabrica los muelles con alambres que "resuelve" o compra "por ahí". También elabora colchonetas que no requieren muelles y que son mucho más baratas, por lo cual disponen de una amplia demanda. Para sus rellenos utiliza materiales diversos: "Desde la guata que extraigo de otros colchones que ya no admiten nuevos arreglos, hasta recortes de tela o plumas u hojas secas de algunas plantas, como la de plátano". En cuanto al precio de sus productos y servicios, afirma que aunque en general no es carero, siempre tiene presente la situación económica del cliente. "Me conformo —dice— con reponer las inversiones y que me quede algo para ir viviendo".

A fin de cuentas, Mauricio Martín se hizo colchonero por cumplir un mandato de su padre espiritual, Tomás, y con el único fin de poder desempeñar sin apremios económicos lo que asume como suprema misión en la vida: curar a los enfermos gratuitamente.

"Aquí vienen a verme, unos con asma, otros con herpes, culebrillas, úlceras, dolores musculares o empachos. Yo sólo les pido que me traigan un tallo de tuna que sea del tamaño de sus pies. Consulto con Tomás el tipo de hierba que deben utilizar en cada caso, y luego les indico que pongan la tuna al sol, ya que para la curación se precisa que antes ese tallo haya quedado completamente seco".

Según Martín, a su labor nunca le han faltado burlones y censores. "Pero a mí no me molesta que se rían. La risa es buena para la salud. Por otra parte, durante una larga época me prohibieron que ejerciera como curandero, y tuve más de un problema con las autoridades. Yo les decía que ni cobro, ni hago propaganda, ni salgo a buscar a los enfermos. Son ellos los que me buscan a mí. Tampoco existe un solo caso en el que se pueda decir que he perjudicado a alguien con mis remedios. Y lo que haga dentro de mi casa es un asunto mío. No daño a nadie, a nadie exijo que crea ciegamente en lo que digo. Cada cual es libre de pensar lo que quiera. Ojalá pudieran decir lo mismo esos que a cada rato pretenden interrumpir mi labor humanitaria y los que un día, por suerte ya lejano, me dejaron sin trabajo y sin esperanzas. Pero allá ellos y Dios. A mí únicamente me interesa hacer el bien sin mirar a quién".

Mauricio Martín, colchonero de oficio y médium por misión, asegura no tener ideas políticas. "No creo en los gobiernos, en ninguno". Para él, sólo cuentan la bondad, el desinterés y la paz. Haberse convertido en un hombre de bien, dice, le ayudó a comprender la verdadera razón de la existencia humana. Tal vez por eso mencionarle la muerte es como pinchar al diablo. "Ahora los periódicos no hacen más que hablar de guerra, los tocas y quedas con las manos embarradas de sangre. Aquéllos se la pasan tirando bombas, dicen que para salvar al mundo. Y éstos responden que aquí todos estamos dispuestos a morirnos, no sé muy bien por quién ni por qué. Sólo sé que a mí no me han preguntado. Y sé que, al igual que yo, tanto aquí como en cualquier otro sitio, hay millones de personas que no poseen más riquezas que su propia vida, por lo cual nadie tiene el derecho de ponérsela en juego".

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