www.cubaencuentro.com Martes, 07 de octubre de 2003

 
  Parte 1/2
 
Generales, doctores y comandantes
Tras 70 años de la caída de Machado, Cuba sigue padeciendo la ausencia de una conducta cívica que le ampare ante la fuerza.
por DIMAS CASTELLANOS, La Habana
 

Entre civismo ciudadano y tiranía existe una relación directa. En ausencia de la formación cívica necesaria y/o de los instrumentos civiles y jurídicos para hacer valer la soberanía popular, los pueblos tienden a acudir a los "salvadores", a los "hombres fuertes", a los cuales primero se les elogia y después se les odia y combate para que, casi siempre, su lugar sea ocupado por un nuevo "salvador". Ese ciclo se ha repetido, se repite y se repetirá en Cuba mientras los
G. Machado
Cuba, ¿un eterno machadato?
ciudadanos no seamos capaces de vivir en libertad por nuestras propias virtudes y comportamientos cívicos. "Por grande, por cuerdo, por vasto que sea el genio de un hombre —decía Benjamín Constant—, jamás deben confiársele completamente los destinos de un país". Ésa, una de las grandes carencias históricas, nos ha acompañado como nuestra propia sombra a través de la historia.

Los cubanos —sometidos al despotismo colonial, frustrados por el resultado de las dos grandes guerras de independencia, frustrados nuevamente por los gobiernos que desfilaron desde la constitución de la República— buscaron la solución de sus males donde no estaba, en aquel veterano de la guerra de independencia, con fama de hombre fuerte que recibió el beneplácito de la opinión pública, expresado en un inobjetable triunfo electoral en cinco de las seis provincias del país para cerrar el ciclo de los generales y doctores

En cuanto a desarrollo económico y administración, la primera etapa del gobierno de Machado hay que calificarla de positiva y superior a las que le precedieron. Su intento de regeneración de la vida pública, la lucha por el orden y los destellos de progreso así lo indican. Por vez primera, anticipándose en cierta forma a Keynes, introdujo la intervención gubernamental como regulador de la economía; desarrolló un vasto plan de construcciones ajustado a los períodos de tiempo muerto: carretera central, malecón, escalinata universitaria, Capitolio, Avenida de las Misiones y Parque de la Fraternidad, entre otras; aplicó una política arancelaria —basada en las concepciones teóricas más modernas— para estimular la producción nacional; e inició el desarrollo de la industria transformadora. Por todo eso, a pesar de que el proyecto se desenvolvió en momentos de crisis, un estudioso de la economía cubana lo calificó como "el más interesante presidente de su época".

Su principal problema, el mismo de casi todos presidentes republicanos, fue el descontrolado afán por conservar la silla presidencial. Desde 1925, por ley, se acordó suspender la reorganización de los partidos con el fin de mantener la misma composición de las asambleas municipales, provinciales y nacionales con las que triunfó Machado. En enero del 26 algunos voceros plantearon la intención de que en las futuras elecciones generales hubiera un "candidato único" para perpetuar en el poder al presidente recién electo. Finalmente, en 1928, la Asamblea Constituyente aprobó la reelección por seis años a partir de mayo de 1929.

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