www.cubaencuentro.com Jueves, 13 de noviembre de 2003

 
   
 
Escapes
Aunque algunos cubanos logran huir de la Isla, casarse con extranjeros o cumplir una 'misión' fuera, la única opción de libertad individual de la mayoría es atrincherarse en sus casas.
por OCTAVIO RODRíGUEZ, La Habana
 

Los cubanos han encontrado durante estos 44 años diversas formas para, de alguna manera, protegerse de la "insoportable pesadez del ser" que los gobierna y de sus cantaletas cíclicas. La más socorrida y utilizada, desde el mismo 1959, es "ir echando", ya sea en avión o en balsa, no importa el riesgo (se calcula que entre 15.000 y 45.000 personas han perdido la vida tratando de cruzar el Estrecho de la Florida).

Celia Cruz
Celia Cruz en Univisión: ilegal, en la intimidad de las casas.

Otra forma es el camuflaje o "reacomodo" que permite —mediante un trabajo en alguna firma, corporación o instituciones de diferentes tipos— lograr algún viajecito que permita un respiro financiero. Las "solidarias" misiones internacionalistas se han convertido en una importante fuente de ingresos con posibilidades, además de matrimonios con algún nativo o nativa del país en cuestión.

Los médicos que regresan llegan bien cargados de efectos electrodomésticos, muebles, ropas y algunos dólares, aunque hayan estado laborando en países tan pobres como Haití, o en la remota África. Se rumora que los galenos que quieren que los incluyan como voluntarios pagan cifras exorbitantes a sus superiores, en dólares, a pesar de correr el riesgo de no ser llamados jamás.

Una de las primeras vías que se utilizaron hace ya muchos años, en las décadas de los años setenta y ochenta, fue el matrimonio con ministros, "segurosos" y militares, pues, en aquella época, ellos eran los únicos que disfrutaban de grandes privilegios, incluidos los viajes al exterior (recuérdese que Panamá se puso de moda para las compras menores).

Los funcionarios que se casaban con jovencitas que, sospechosamente, quedaban prendadas de sus (invisibles) encantos, se decía que padecían de "titimanía". Después, comenzó el jineterismo, dirigido a la caza —casi literal— de extranjeros, más poderosos desde el punto de vista económico, en una "operación" que de resultar exitosa, les garantiza un viaje y permanencia en otro país. Cualquiera, da lo mismo.

Pero no todos tienen esas mañas o posibilidades, y lo único que le queda a la inmensa mayoría es "atrincherarse" en sus casas. Es una de las pocas formas que tienen de ejercer, aunque sea así, esa pequeña libertad individual, una especie de "no pasarán".

Había un cubano de a pie que comentaba: "Él dirá y hará lo que quiera, pero aquí, en mi casa, no entra".

Ya que no se puede hacer de otro modo, se declara una especie de "territorio no contaminado" en la intimidad de las casas. Muchos, cuando el Comandante en Jefe habla, dejan la imagen sin el sonido, a esperar que termine y comience la telenovela o el programa que se quiere ver y que, con sus interminables discursos, se atrasan varias horas.

Se es más o menos libre, en dependencia de los recursos monetarios de cada cual. Los más felices son los que han podido agenciarse (y pagar muy cara) una antena que capte los codiciadísimos "canales televisivos de afuera". Eso es, casi, como irse al extranjero. Otros logran el aislamiento con Internet, generalmente ilegal, mediante robo de contraseñas y claves, porque —aunque fuera de Cuba no se entienda— se puede tener correo electrónico (y tampoco todos, ni siquiera se puede comprar legalmente una computadora y el e-mail lo autoriza o no, un funcionario todopoderoso), pero no tener acceso a Internet.

El escape más antiguo y generalizado es la videocasetera: no en balde ha estado prohibida, desde siempre, su entrada al país y su venta en las shopping. En los video-clubs clandestinos usted puede encontrar de todo, desde la serie completa de las Grandes Ligas (juego a juego o completa al final de temporada), la última telenovela que se está exhibiendo en Miami, Brasilia o Buenos Aires; todos los detalles de la muerte y el funeral de Celia Cruz (a quien, como se sabe, el gobierno decidió "enterrar" hace más de 40 años, lo que no impidió que su pueblo la recordara siempre); los balseros que llegan o devuelven, los triunfos de los cantantes de moda, los Grammy, los Oscar. En resumen, todo.

No es una solución saludable ni valiente, pero así viven muchos cubanos: verdaderos sobrevivientes que esperan, ya sin mucha paciencia, que pase "el huracán". Y no han encontrado otra manera de hacerlo que esa: esconderse en sus casas, aislarse, enajenarse.

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