www.cubaencuentro.com Jueves, 13 de noviembre de 2003

 
  Parte 1/2
 
Martí amordazado
Cada vez son más los cubanos que señalan las carencias del periodismo oficialista y se refugian en las transmisiones de radioemisoras foráneas para escapar del maniqueísmo y la manipulación.
por ORIOL PUERTAS, La Habana
 

Todavía circula el viejo chiste: al regresar derrotado a París, Napoleón dice a sus generales que con un periódico como el Granma nadie se hubiera enterado de su fracaso en Waterloo. La frase, expresión del más puro choteo cubano, alude a una de las facetas más reveladoras del castrismo, en su afán por mantener a los cubanos en la incultura política y alejar toda posibilidad de debate y crítica: la manipulación de la prensa.

NTV
Noticiero de Televisión: Paraíso cubano, tragedia del mundo.

El discurso excluyente y con fuertes visos de renovado fundamentalismo que lleva adelante el gobernante de la Isla es diariamente verificable en los medios de comunicación, tan dados hoy a la deificación de su figura y a silenciar todo cuanto signifique alternativa o justifique el cambio. Las magras ocho páginas de los dos únicos diarios que circulan en la Isla, el ya mencionado Granma y el Juventud Rebelde, órganos oficiales del Partido y la Juventud Comunista, respectivamente, compiten en maniobras laudatorias y de ocultamiento con los múltiples espacios periodísticos de la radio y la televisión. Todos ellos han sido engendrados por la desactualizada y filosoviética política informativa estatal, que no deja espacios a la diferencia de criterios ni mucho menos a la necesaria confrontación de opuestos.

El dogma que vive de autoridad, muere de crítica, escribió el periodista José Martí en 1877. Pero también las mordazas funcionan con el fundador de Patria. Es curioso que quienes tanto se ufanan en seguir las pautas del Maestro repitan la tradicional monserga de que una prensa libre y cuestionadora le daría "armas al enemigo".

En medio del nada transparente manejo de cifras, sondeos y censos, La Habana divulga que la inmensa mayoría de los cubanos apoya la continuidad del socialismo en la Isla, sin reparar en que ese supuesto escaso por ciento de opositores jamás ha tenido acceso a un minuto de promoción en emisoras y canales de televisión, mucho menos en periódicos. Y en verdad sería su fin.

La historia del socialismo lo demuestra. El libre pensamiento corroe los viejos cánones de una sociedad basada en el ocultamiento y la mentira, porque da voz a quienes hoy no la tienen, saca a flote la ineficiencia estatal, y desenmascara su voracidad represiva y el carácter deshumanizado de su práctica política.

Es alentador que cada vez son más los cubanos que insisten en señalar las carencias actuales del periodismo oficialista y se refugian en las transmisiones de radioemisoras foráneas por onda corta —a pesar de las interferencias y de la creciente escasez de estos equipos—, a veces captadas desde viejos aparatos americanos o rusos con miles de adaptaciones. Lo mismo para escuchar un homenaje a Celia Cruz que para enterarse del estado de salud del preso político Oscar Elías Bizet.

Se niegan a vivir sumidos en la chatura de la prensa circulante, que no cesa de satanizar a todo cuanto signifique diferencia, duda o interrogación, sobre todo luego de que, a partir de 1991, se impusiera un todavía más férreo control de la información bajo el pretexto falso de la carencia de papel.

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