www.cubaencuentro.com Martes, 24 de febrero de 2004

 
  Parte 1/2
 
El lenguaje del combate
Balas de salva contra el enemigo de cartón: La Habana revive las movilizaciones 'para la defensa' mientras Washington reitera que descarta la vía militar.
por JAIRO RíOS, La Habana
 

A Fidel Castro nunca la faltaron excusas para activar sus defensas. Si no las tenía, las encargaba. O las inventaba. No se habían apagado aún los ecos de la posible debacle mundial, aquella que puso a la Isla en el epicentro de una posible conflagración nuclear, más azuzada por la prepotencia rusa que por el hegemonismo norteamericano, y ya el Comandante se las arreglaba para ponerles los pelos de punta a perpetuidad a los cubanos.

Miliciano
Domingo de la Defensa: ¿Contra quiénes y con qué?

Pasados los setenta, el eje promovido por la Unión Soviética sirvió de resguardo ante un virtual ataque desde el norte. Año tras año, miles de futuros oficiales eran enviados a lejanas academias militares en Moscú y otras ciudades del fenecido campo socialista, con el objetivo de recibir formación en las más diversas especialidades guerreras, incluyendo inteligencia y métodos represivos.

Entrados los ochenta, aquella Cuba de barbudos mal armados se convertía en un emporio del más avanzado armamento soviético. El evolucionado ejército no se limitó a prepararse para el más elemental campo de batalla. Ya llegaban también las lecciones de hostigamiento impartidas por los vietnamitas: había que sembrar el país de escollos para el agresor. Por entonces se hacía realidad la frase de que el ejército era el pueblo uniformado y se crearon las Milicias de Tropas Territoriales, la instancia estatal que más dinero debió acopiar en toda la historia revolucionaria, a juzgar por las continuas entregas multimillonarias que un representante del pueblo ofrecía sonriente en acto público.

Así, la guerra de todo el pueblo, con sus cuotas de Domingos de la Defensa —un difunto que acaban de revivir masivamente casi como por carambola en un año tan caliente como fue el 2003—, convirtió a la mayor de las Antillas en un hervidero de gente tirando con balas de salva contra un enemigo que ya estaba ahí mismo, arriba de uno. Lo otro era la bulla, mucha bulla, quizá como estrategia para ocultar que, desde 1980, la URSS había anunciado en secreto que en caso de contienda, ellos no intervendrían. Habría que arreglárselas en solitario.

La cuestión de la "defensa de la patria" pasó con mayor fuerza a ser tema de primer orden. No era raro ver cómo se vaciaban fábricas y centros de trabajos enteros, por no decir escuelas, para trasladar a los polígonos al más heterogéneo conglomerado de soldados de ocasión. En realidad, no importaba demasiado el cumplimiento de los planes, siempre que el colectivo cumpliera con las prácticas y la entrega de dinero para financiar la siempre latente pero siempre aplazada batalla contra el imperio opresor.

1. Inicio
2. El cubano que no cumplía...
   
 
EnviarImprimir
 
 
En Esta Sección
Cárceles y derechos
MIGUEL RIVERO, Lisboa
Indefensión y omertá
MIGUEL A. GARCíA PUñALES, Madrid
La Santería a debate
DIMAS CASTELLANOS, La Habana
Editoriales
Sociedad
Represión en Cuba
Cultura
Internacional
Deporte
Opinión
Desde
Entrevista
Buscador
Cartas
Convocatorias
Humor
Enlaces
Prensa
Documentos De Consulta
Ediciones
 
Nosotros Contacto Derechos Subir