www.cubaencuentro.com Martes, 30 de marzo de 2004

 
   
 
Dime de qué presumes...
¿Estaría dispuesto el gobierno a romper el mito de la total cobertura médica estatal con tal de mejorar el servicio gratis más caro del mundo?
por LEONARDO CALVO CáRDENAS, La Habana
 

Entre las "exclusividades" que caracterizan al régimen de La Habana está el hecho de ser el único gobierno del mundo en proclamarse potencia médica mundial. Está muy claro que algo tan sensible y determinante para la calidad de la vida de los individuos y las sociedades debe estar en constante perfeccionamiento y evolución. Por esa razón, en las naciones más desarrolladas existe permanente inquietud y cuestionamiento sobre los alcances cualitativos de la salud pública en su perspectiva más amplia e integral.

Hospital Hermanos Ameijeiras
Hospital Hermanos Ameijeiras: ¿la fachada del desastre?

Asumidos por el gobierno cubano como una de las banderas propagandísticas que otorgan alguna validez a un sistema persistente en el fracaso y el error, los servicios de salud en Cuba están signados por el monopolio estatal, tanto en el ámbito de la atención, como en los programas y la información: todo férreamente controlado por la más alta cúpula del poder.

La nula participación social en la definición y ejecución de programas de salud y en el cuestionamiento de los mismos es algo tradicional en las últimas décadas. Pero las lagunas y deficiencias del sistema se hicieron mucho más evidentes cuando por razones de imperativo histórico el gobierno no contó ya con el respaldo material que le permitía mantener la imagen más o menos decorosa de su "vitrina" preferida.

La calidad de la atención medica, las disponibilidades materiales —instrumental, insumos, medicamentos— y las condiciones hospitalarias y de trabajo se deterioraron considerablemente sin que las autoridades tuvieran respuesta satisfactoria, ni se atrevieran a ensayar variantes de diversificación que pudieran aliviar la pesada carga del sistema y aumentar la calidad de los servicios de salud.

Ninguna de las variantes que en otra época o latitud han dado satisfactorios resultados son admisibles para el gobierno cubano. Pensando lógica y sensatamente, la participación de las iglesias en el sistema de salud, la apertura de espacios a estructuras privadas o mutualistas o el establecimiento de seguros médicos podrían aliviar al Estado para mejorar ostensiblemente los espacios públicos de atención médica. Pero todo eso rompería el mito de la total cobertura estatal, un precio que el gobierno no está dispuesto a pagar y que carga sobre los hombros de quienes sufren los rigores del servicio gratis más caro del mundo, sin siquiera tener mecanismos efectivos de impugnación jurídica ante los recurrentes errores y negligencias médicas existentes.

La obstinada persistencia de los gobernantes en enfrentar el tema sin asumir que los tiempos cambiaron tiene graves repercusiones sobre los abnegados trabajadores y profesionales de la salud, que son los que dan la cara a las enormes carencias y deficiencias del sistema y, sobre todo, a los desesperados e insatisfechos pacientes y familiares que cargan sobre ellos sus lógicos malestares e irritaciones.

Sin contar que los profesionales y trabajadores de la salud sufren —como el resto del pueblo— los rigores de las difíciles condiciones socioeconómicas que se viven y el impacto de la desproporción entre el limitado poder adquisitivo y el exorbitante costo de la vida. También enfrentan en su trabajo enormes dificultades e insuficiencias y conviven, además, con increíbles arbitrariedades administrativas que obligan, por ejemplo, a los médicos a recetar sólo los medicamentos disponibles; o limitan la validez de su firma a las instalaciones donde específicamente laboran. Tales disposiciones restrictivas golpean sensiblemente la autoestima personal y profesional de los facultativos y técnicos de la salud en Cuba.

Es explicable que ellos prefieran buscar en otros espacios las condiciones de bienestar laboral y material que les son cotidianamente negadas en su hábitat natural. Muchos son los médicos y técnicos que optan por las misiones de cooperación internacional donde obtienen, para sí y sus familiares, lo que es inalcanzable aun después de una vida de trabajo en Cuba. No son pocos los cooperantes que han optado por "desertar" de sus misiones para encontrar en otras naciones posibilidades reales de realización personal y profesional.

Ante el creciente número de profesionales que en los últimos años ha decidido emigrar legalmente, las autoridades han puesto en vigor medidas administrativas que violan sus elementales derechos al obligarlos a esperar hasta cinco años por un permiso gubernamental de salida del país.

En los últimos años ha sido crítico también el déficit de enfermeros por el galopante éxodo laboral de quienes están más cerca del dolor y la muerte. Ante el fenómeno, las autoridades cubanas, lejos de reconocer y enfrentar las causas de esta situación, optan por promover cursos de enfermeros emergentes con sólo pocos meses de formación y entrenamiento, lo cual a todas luces va a repercutir en la calidad del servicio.

El monopolio estatal o el acceso nominalmente gratuito a un servicio no garantiza la automática calidad del mismo. Sólo cuando el Estado pueda reconocer y enfrentar los problemas con transparencia y objetividad, y la sociedad desempeñar el papel activo y determinante que por derecho le corresponde, Cuba estará en el camino del perfeccionamiento permanente e integral de su sistema de salud.

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