www.cubaencuentro.com Martes, 30 de marzo de 2004

 
  Parte 1/3
 
Cuba, la izquierda y la Comisión de Derechos Humanos (I)
por JUAN ANTONIO BLANCO, Ottawa
 

Acaba de comenzar en Ginebra el período de sesiones de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU (CDH) y ya se ven las pruebas de la "ofensiva" diplomática, abierta y encubierta, que desde Miami hasta Argentina —pasando por buena parte del resto del globo terráqueo— despliega el gobierno de La Habana con meses de antelación a este evento anual.

A propósito de los tradicionales alegatos del gobierno en la Comisión y las polémicas que ellos suscitan entre sectores de izquierda, quizás resulte de utilidad que comparta algunas reflexiones personales sobre las circunstancias en que opera la ONU, a partir de mis experiencias durante casi diez años de trabajo en la Misión de Cuba en Nueva York, más la adquirida en años recientes como activista internacional de derechos humanos. Esta última actividad me permitió entender la diferencia entre la cultura política y la cultura de derechos humanos que profesan sus defensores.

Fui a la ONU como diplomático cubano, por primera vez, en 1973. Entonces tenía 24 años. El embajador de Cuba en la ONU me pidió que cabildease en favor de una resolución de apoyo a los presos políticos de Pinochet, recién detenidos en el estadio de Santiago donde los torturaban, asesinaban o desaparecían para siempre.

Decidí comenzar por el embajador de Argelia, país que, coincidiendo con el recién ocurrido golpe de Estado en Chile, se había erigido en presidente del Movimiento de Países No Alineados en la IV Cumbre de Argel. Pensé que además de ser un estrecho aliado de Cuba (en los años sesenta se había enviado desde la Isla una brigada de tanques que paró en seco el ataque militar de los marroquíes a ese país) era otro país revolucionario y antiimperialista.

Le expuse al embajador, en detalle y con gran emoción, las atrocidades que conocíamos se estaban cometiendo y la necesidad de que Argelia nos apoyase en el lobby. Él me escuchó en paciente silencio. Sus primeras palabras fueron: "¿Y qué tiene Argelia que ganar o perder si asume esta causa?". No es que fuese un hombre insensible o cínico; sencillamente estaba al tanto de mi impericia y quería ayudarme en el necesario aprendizaje sobre cómo perseguir objetivos políticos en Naciones Unidas eficazmente.

En la ONU, los países —incluyendo Cuba— se mueven ante todo por los intereses de su agenda nacional. Los votos les son otorgados o negados a otros de acuerdo con los múltiples intereses del país en cuestión y según las fluidas alianzas que cada cual establece para promoverlos.

Real politik en la CDH

En las sedes de la ONU en Ginebra y Nueva York, por ejemplo, el gobierno de Cuba estuvo siempre dispuesto a condenar al de Pinochet por muy acertadas razones —y a exhortar a otros a hacer lo mismo—, pero no al gobierno militar de Argentina.

Con los representantes de ese régimen, el Ministerio de Relaciones Exteriores orientaba hacer "pactos de caballeros" para apoyarse mutuamente en la Comisión de Derechos Humanos frente a cualquier acusación. Si bien el gobierno cubano mantenía relaciones con ciertos grupos armados de la oposición argentina, e incluso entrenaba a algunos de ellos, esto respondía a una política cubana de doble riel (el comercio y los créditos con ese país eran cuantiosos), mediante la cual se quedaba bien "con sirios y troyanos", por lo que algunos llegaron a creer que la trágica suerte corrida por muchos de los que regresaban desde Cuba para sumarse a la lucha contra la Junta Militar no era necesariamente casual.

La delegación de Cuba, entonces como ahora, también defendía en la CDH a otros países dictatoriales del empobrecido Tercer Mundo —que no son "ángeles" por el mero hecho de pertenecer a él—, como hizo con el régimen autoritario de Indonesia, al que siempre apoyó diplomáticamente, a pesar de la ocupación territorial de Timor del Este y los desmanes cometidos contra sus habitantes.

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