www.cubaencuentro.com Martes, 30 de marzo de 2004

 
   
 
La libertad del cambio
Expectativas y desinformación: ¿Continuará José Luis Rodríguez Zapatero lo que inició González y consolidó Aznar en el apoyo a una transición democrática en Cuba?
por ORIOL PUERTAS, La Habana
 

Ahora España es socialista y nos va a ayudar, dice el viejo revendedor de periódicos en la esquina de Obispo y Bernaza. Y como si Aznar fuera candidato a reelegirse, las escuálidas páginas de los únicos dos diarios que circulan en la Isla refieren: "Adiós al Führercito". Ambas frases encierran más de un origen. El principal de ellos, qué duda cabe, es la euforia con que recibió el gobierno de La Habana la noticia del cambio de mandato en las elecciones españolas. Otro puede ser la real y cabalgante ignorancia informativa con la que el castrismo somete a millones de cubanos.

J. L. R. Zapatero
Socialistas al poder, la panacea para Cuba según 'Granma'.

Nadie puede negar que en materia de manipulación es difícil ganarle una partida al viejo Comandante. No olvidar que los cubanos se enteran de los desastrosos atentados en los trenes de Madrid, no por el hecho noticioso en sí, sino por una carta que Fidel Castro enviaba al Rey Juan Carlos recordándole de paso que Cuba "ha sido víctima durante 45 años de actos de terrorismo en todas sus formas y manifestaciones". Cargante el hombre. Y aun después, era sospechosa la aridez informativa sobre los sucesos, pero no lo fue la rapidez con que pasaron a la ofensiva contra Aznar. Otra vez.

Luego, ya en domingo de votaciones, interrumpieron varias veces la programación vespertina de la televisión cubana —tan pródiga en generar bostezos— para anunciar la derrota del Partido Popular (PP) y la instauración de un cambio en el cual se depositan esperanzas mejor o peor fundadas. Por primera vez, un canal castrista dejaba pasar hasta los hogares de la gran mayoría la intervención pública de un ministro aznarista o de cualquier tendencia: Ángel Acebes, ministro español del Interior, anunciaba —también para los cubanos— que José Luis Rodríguez Zapatero y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) habitarán La Moncloa durante el nuevo período legislativo.

A ojos vista, son muchas las expectativas luego de años de tensiones con el anterior gabinete. La Habana espera una reacción similar del electorado norteamericano en noviembre próximo. Pero Fidel Castro, muy al contrario de su pueblo, es un hombre bien informado. Al menos, dice leer todos los cables, a pesar de no querer creer que la pelota está en su terreno desde hace rato. Sabe que no debe hacerse demasiadas ilusiones, que ese "socialismo" es de otro signo y, para colmo, sus problemas con España no empezaron con Aznar, sino justamente con Felipe González, su ex compañero, responsable, por cierto, de que España ingresara en la OTAN.

Eso es quizá lo que no entiende el viejo revendedor de periódicos. O lo que no le dejan entender, según se mire. Desinformación es analfabetismo matemático: en Cuba las cuentas hace tiempo que dejaron de dar lo mismo, los contrastes son cada vez más agudos. El régimen, ante su probada incapacidad para generar frutos en materia económica y después de tantos años prendido al tubo soviético, ha alcanzado que una buena cantidad de cubanos mire siempre hacia fuera en busca de amparo. ¿Perdió la mayoría la fe en sus propias fuerzas? ¿Se acabaron para no volver los tiempos en los que Ramón Veloz cantaba aquello de "conozca a Cuba primero y al extranjero después"? ¿O será que esa Cuba se quedó sin novedades?

Quizás no sea tanto y las aguas retornen a su cauce cuando el futuro, ojalá cercano, imponga las necesarias libertades que el castrismo ha asfixiado "durante 45 años", como señala en su carta al Rey aludiendo a un terrorismo que por lo menos a él no le ha causado nunca ni un solo rasguño. Lo cierto es que si en la Isla existiera el acceso a la información libre y sin barreras de ningún tipo, mucho menos políticas, y fueran comunes los debates abiertos sobre las relaciones con el resto de las naciones en medio de cualquier influyente coyuntura, los análisis de esta naturaleza perderían su razón de ser.

Pero hace mucho tiempo que las lecciones de democracia que nos llegan continuamente desde el concierto de naciones libres en este terco mundo, son leídas en negativo y con mordazas por los gendarmes de la política insular. El pueblo español acaba de dar en las urnas otra de esas lecciones. Han decidido con su proceder maduro y responsable no sólo su propio futuro inmediato, sino el de muchos países de América y del mundo que pertenecen a su amplio registro cultural y que ponen en las relaciones con la antigua metrópoli peninsular un énfasis especial.

La frase, por repetida, es ya un lugar común demasiado evidente: España está en el corazón de los cubanos. Y no precisamente por fugaces razones políticas. Pero basta, no engañe más el castrismo a su pueblo. Ese futuro de cambio votado en toda Iberia deberá ser también el de esta isla, donde unos cuantos desean que le toque a Zapatero dar el tiro de gracia a un sátrapa legendario. Quizás sea hasta mejor que lo empezado por el socialista Felipe González allá en los inicios de los noventa, en su difícil relación con el régimen, lo concluya por todo lo alto su sucesor: siendo el primero en felicitar desde Madrid al pueblo cubano por la libertad y la democracia alcanzadas, sea por las urnas o por la biología.

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