www.cubaencuentro.com Martes, 18 de mayo de 2004

 
  Parte 1/2
 
Puerta cerrada
¿Por qué un solo hombre tranca la única puerta, guarda la llave y se hace esperar?
por JOSé H. FERNáNDEZ, La Habana
 

En esta ocasión es sin metáforas. Se trata de puertas reales, sólidas, firmes, infranqueables. Aquí somos aficionados a coleccionarlas. Al punto de que nada resulta hoy más efectivo para hacernos dudar, para pararnos en seco, que una puerta abierta.

Las puertas del Capitolio
Puerta cerrada: metáfora y realidad.

Nuestro orden de prioridad parte de las frontales, las mejor ubicadas, las que ofrecen mayor nivel de acceso, las más bonitas.

Tómese, por ejemplo, un edificio como el del hospital América Arias, conocido como Maternidad de Línea, cuyos arquitectos nos honraron diseñando una imponente puerta principal para que permanezca cerrada, ya que no por gusto reúne todos los parámetros exigidos por nuestros coleccionistas: amplia, regia, céntrica, operativa, aireada, particularmente asequible.

Deuda de gratitud también tenemos con los diseñadores de esos ómnibus de tres puertas. Hay quienes adoran al sol, a una vaca, a un reptil, a un coco seco, a una muñeca de trapo, a una herradura. El objeto de nuestra adoración son las puertas cerradas. Y ellos lo tuvieron en cuenta. Así que contemplaron tres por unidad. La primera, para que entren los pasajeros; la tercera, para que salgan; y la del medio, para darle en la vena del gusto a nuestros coleccionistas.

Asimismo, somos deudores de quienes diseñan puertas de doble hoja, sea para inmuebles destinados al servicio público o para los propios ómnibus de pasajeros. Ellos nos permiten demostrar nuestra justeza, nuestros principios de equidad, pues en tal caso clausuramos solamente la mitad de cada puerta.

Lo ideal fuera que cada cierto tiempo los fabricantes, contratistas, diseñadores, arquitectos, pudieran reunirse en congreso con nuestros coleccionistas de puertas cerradas. La afición iba a perder quizás un tanto de su atractivo, pero en correspondencia ganaríamos tiempo y, algo aún más importante, por lo que nos gusta, uniformidad, categoría técnica, consenso.

De hecho, a estas alturas todos los nuevos edificios de La Habana tendrían su entrada principal por donde manda Dios, es decir, por la parte trasera, o por los laterales. En tanto, las tiendas no se gastarían el derroche superfluo de tres, cuatro o cinco puertas que jamás se abren. Y en la Terminal de Ómnibus (interprovinciales) no existiría un espacioso salón para viajeros —con dos puertas y repleto de asientos—, al cual únicamente tiene acceso la persona que se va, boleto en mano y justo en el momento en que se va.

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