www.cubaencuentro.com Martes, 18 de mayo de 2004

 
   
 
Receta para mejorar el mundo
por JOSé H. FERNáNDEZ, La Habana
 

El mundo podría ser mejor, ¿quién lo duda? Sólo nos falta ponernos de acuerdo en cuanto al modo, los móviles, las vías para mejorarlo. En mi isla hemos lanzado el anuncio, ya que por algo se empieza. "Un mundo mejor es posible", leen hoy los turistas en grandes pancartas situadas en las esquinas céntricas de La Habana. El resto, al parecer, queda implícito: si lo proclamo con tanta insistencia, será porque tengo la receta.

F. Castro
Primera fase: Desplazar a tiranos, generales, políticos de proclama y discurso, magnates del dinero, mafiosos, manipuladores de opinión.

Lo cierto es que tal y como se las ha visto últimamente, el mundo no está para consignas en tiempo de bolero. Si hay que hacerlo mejor, que sea en serio, y pronto. Por eso debiéramos empezar hoy mismo a barajar las posibilidades que tenemos a mano para demostrar que en verdad estamos deseosos y en condiciones de mejorarlo.

Como quiera que el mundo se encuentra en peligro de explotar como un siquitraque antes de que logremos el consenso, es preciso, ante todo, hallar respuestas para el abc de la tarea. Si dimos ya por descontada la factibilidad de mejorarlo, pasemos entonces a dejar establecido: a) ¿sobre qué bases puede ser mejor y a partir de qué patrones?; b) ¿mejor según quién y para quiénes?; c) ¿mejor de qué manera, en qué sentido?

Claro, por este camino corremos el riesgo de que nos sorprenda el fin del mundo sin que hayamos arribado a conclusiones unánimes. Así es que podemos simplificar aún más las cosas: limitémonos a definir cómo no debiera ser el mundo para que sea mejor.

Toda vez que andar es moverse y movimiento implica avance y avance mejoría, desecharíamos de entrada, por contraproducente, el modelo totalitario. Es que por muy buena disposición que se tenga, no puede ser mejor a estas alturas un mundo en el cual una sola persona, o tres o cuatro, deciden, según sus dogmas, su capricho y su absoluta soberbia lo que es bueno o malo para la mayoría.

Por otro lado, o por el mismo, tampoco sirven de molde para la fabricación de un mundo mejor: la ineficacia económica como estilo de dirección única, aberrada, inamovible; el aplastamiento del más sencillo de los derechos, el de no estar de acuerdo, sea en materia política o en cualquier materia; la sustitución de la confianza por el miedo: la demagogia patriotera o populista: la robotización general: el anquilosamiento de las ideas y los planes.

Mucho menos nos resultarían útiles como fundamentos para mejorar la calidad del mundo ciertos prototipos donde el poder de la inteligencia, la iniciativa y el fruto del trabajo humano son asfixiados por un puño de hierro, sin capacidad, sin oficio y sin el real propósito para convertirlos en instrumento de prosperidad común.

La ambición desmedida, las guerras, la discriminación y/o explotación del débil, el terror, ya no para imponer criterios o sistemas, ni siquiera como vehículo para reclamar derechos, deben alinear en modo alguno en la lista de los condimentos con que pretendemos cocinar ese mundo mejor. Y en lo que respecta a la democracia, será imprescindible lavarla con cloro, exprimirla y tenderla, toda vez que manchada como está por tanta pillería, no va a constituir la gran ayuda.

Kafka, dicen, estaba convencido de que la desgracia de don Quijote no radicó en su locura, su fantasía, sino en Sancho Panza. Ahora no son pocos los que intentan hacernos creer lo contrario. Lo cierto es que no existe otra manera de mejorar el mundo, sino lo concebimos con el Quijote y Sancho cabalgando juntos, codo a codo. No un mundo de Quijotes medrando a costa de Sanchos. Ni de Sanchos aplastando Quijotes.

En definitiva, es tanto lo que no debemos hacer para que el mundo sea mejor, que quizás tampoco por este segundo derrotero conseguiríamos mejorarlo a tiempo.

Entonces no nos queda otro remedio que aplicar el inciso número uno de la variante clásica:

Para conseguir que el mundo sea mejor habría que empezar por quitárselo de las manos a quienes lo hacen malo: los tiranos, los generales, los políticos de proclama y discurso, los fanáticos, los magnates del dinero, los mafiosos, los manipuladores de opinión, los líderes grandes y pequeños, de cualquier género, y también todos los que de una u otra forma propiciamos la existencia de tales especimenes.

Lo malo es que suprimida esta crema, el mundo dejaría de ser mundo, en tanto nunca ha sido peor o mejor porque sí, de por sí, sino que es paraíso e infierno de nuestras acciones.

Qué lío. Por lo visto, tendremos que volver a simplificar la receta. Digamos con la conclusión de un genial epiléptico, aunque a muchos pueda parecerles desproporcionada: "Para eliminar el mal del mundo es necesario antes apartar el mal del corazón humano". Ahora sólo queda por ver quién le pone el cascabel al gato.

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