www.cubaencuentro.com Jueves, 21 de octubre de 2004

 
  Parte 2/2
 
El costo del inmovilismo
La defenestración del ministro de la Industria Básica: ¿Es suficiente culpar a otros?
por ARTURO LOPEZ LEVY, Denver
 

Portal no es un demócrata. Profesa un patriotismo autoritario pero honesto, similar al de muchos de su generación. Muchos jóvenes de los sesenta, como Portal, vieron en la revolución triunfante la oportunidad para realizar sus esperanzas nacionalistas de desarrollo del país, frente al entreguismo que caracterizó a la dictadura batistiana y la corrupción rampante en la república.

Su estilo de vida es conocido como austero y poco dado a las intrigas palaciegas, su forma de discutir los problemas económicos, directa y pragmática. En la historia revolucionaria su caso se parece más al de Orlando Borrego y Enrique Oltuski, profesionales eficientes y capaces de defender sus opiniones, incluso cuando discrepaban de los dictados del máximo líder, pagando un alto precio por su sinceridad.

Razones de la caída

Las recientes fallas del sistema energético, debidas a las averías de la central termoenergética Antonio Guiteras, están en el centro de la remoción de Portal. El país vive una situación crítica, con recursos mínimos de sobrevivencia, y sometido al acoso económico de la potencia más poderosa de la historia. En un medio tan hostil, las opciones se reducen aún más por la tozudez ideológica contra el mercado que caracteriza al liderazgo cubano, contra toda evidencia práctica. Sin embargo, las referencias a su "autosuficiencia" ilustran que hay más. Es difícil ser capaz y sincero, entre una nomenklatura que carece cada vez más de esas virtudes, sin generar hostilidad.

Los problemas de la economía cubana requieren un movimiento sistemático en dirección al mercado. La crisis del sector energético es el resultado del impasse de la economía cubana en general, a partir de la segunda mitad de los noventa. Es la ausencia de una segunda generación de reformas lo que ha llevado la economía a un estado tan precario.

Las reparaciones de la central Antonio Guiteras, como la de muchas otras entidades del sistema energético, eran necesarias desde hace varios años. Muchas de esas acciones podían haberse iniciado de un modo más sistematico si la economía cubana no viviera en las condiciones tan difíciles que vive, debido al embargo sí, pero también a la falta de coraje de dirigentes que prefieren cuidar su puesto a toda costa, antes que proponer las reformas necesarias para salir de la crisis.

Si se descuenta a Fidel Castro, quien es intocable en el sistema político cubano, Carlos Lage es el principal responsable de la precaria situación económica. Si Lage es el responsable mayor y se responsabiliza a Portal, como chivo expiatorio, es evidente que la espalda que están cubriendo es la del primero. Lage, a pesar de recibir toda la autoridad posible en el plano económico, no ha sido capaz en más de diez años de mostrar un resultado decisivo para sacar el país de la crisis. El secretario ejecutivo del Consejo de Ministros ha cultivado una relación de teflón con Fidel Castro, sin hundirse, a pesar de ser el principal responsable de los desastres en el Ministerio del Turismo, en el que no la eficiencia, sino la corrupción avanzaba a toda máquina. Portal es el último de una serie de ministros destituidos para cubrir su ineficiencia y falta de integridad.

El juego de culpar a otros

Por su estilo austero y eficiencia, Portal era el rival de Carlos Lage, quien ha tratado de cultivar una imagen similar de austeridad, pero sin criterio independiente alguno, cuidando su puesto hasta el último minuto y bloqueando todo signo de auténtica apertura económica. Que Lage es el arquitecto de este golpe también se evidencia, porque Portal nunca fue un peligro para los "raulistas", dada su lealtad, relaciones y compromisos con ese sector. Muchos de ellos, como lo atestigua el proceso de perfeccionamiento empresarial en las empresas militares, asumen como él una mentalidad económica más pragmática y no ocultan su simpatía por una combinación de política autoritaria "a la China" y reformas de mercado.

El juego de culpar a otros tiene límites. El pueblo cubano está pagando un precio altísimo por la falta de entereza de dirigentes que se mantienen apegados a su cargo y a concepciones ideológicas que impiden enfrentar la actual coyuntura. Uno de los peores costos del inmovilismo es que por la cobardía de algunos, que no se atreven a abogar por cambios cuya necesidad es más que evidente; hay que usar a otros, más competentes y trabajadores, como chivos expiatorios.

Incluso desde la lógica revolucionaria que percibe todo lo que pasa en Cuba como parte del enfrentamiento con EE UU, la gestión de Lage deja mucho que desear. Los magros resultados económicos de su gestión como secretario ejecutivo del Consejo de Ministros han tenido un profundo costo político en la lucha del país contra el brutal embargo norteamericano.

Si Cuba hubiese tenido un boom de inversiones y crecimiento como Vietnam entre 1986-1992 —los años previos a la eliminación del embargo norteamericano a ese país—, hace rato que los sectores de negocios hubiesen mandado a la comparsa de los reclamantes de propiedades, que se pasea por los corredores en Washington, de vuelta para Hialeah. Si es patriota, Lage debería entender que ir a la mesa redonda para explicar los problemas que vive el pueblo, culpando a otros, no es suficiente.

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